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viernes, abril 19, 2024

Terminando de ser formado

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Jonás 1:17 “…y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches”

Bueno, todos sabemos que nuestra formación biológica se dio en el vientre de nuestra madre. Todos, sin excepción, pasamos nueve meses siendo formados, madurados y hechos completos en ese tiempo. Llegado el momento en que nuestros huesos, músculos y toda nuestra estructura cerebral estaba terminada fuimos expulsados del vientre y empezamos a vivir como quien dice.

Eso quiere decir que el Señor es tan sabio que nos tuvo en ese vientre el tiempo necesario para madurar. Sabemos también que los bebés que no terminan su ciclo de maduración los ponen en una incubadora que es un vientre artificial para que terminen su madurez en todos los sentidos.

Sin embargo, hay personas que espiritualmente hablando, aún no terminan de madurar. Mantienen un sistema de valores muy por debajo del estándar que Dios quiere que tengamos. Personas de cristal que se enojan a la menor provocación, personas que reaccionan hepáticamente ante situaciones extremas y pierden los estribos fácilmente haciéndose daño ellos mismos y las personas que giran a su alrededor.

Son los cristianos inmaduros. No saben distinguir los tiempos ni los eones de Dios. No pueden, como los ninivitas, discernir entre su mano derecha de su izquierda.

Si, claro, cantan los coritos del himnario de la Iglesia, saben como orar, conocen un poco o bastante de Biblia, pero en su interior aún no han alcanzado la madurez que se necesita para vivir la vida en plenitud como Jesus quiere que la vivamos.

Pablo los mostró magistralmente en sus cartas a los corintios. Llenos de dones, llenos de regalos de Dios, muy buenos en los ministerios a la congregación, pero inmaduros. Todavía aceptaban pecadores empedernidos dentro de ellos. Todavía en sus cultos de comunión, cada quién llevaba su gran pedazo de bistec y le daban gusto a su paladar, dejando que los más pobres solo salivaran al desear un bocado de esos manjares. Eso puso a Pablo a brincar en un pié y les llamó duramente la atención. Eran inmaduros.

Total que eso es lo que tenemos en la vida íntima de Jonás. Un judío de pura cepa. Un judío en toda la extensión de la palabra. Nacionalista hasta las cejas. No aceptaba que su Dios fuera un Dios que ellos necesitaran. Es decir, era tan inmaduro, que pensaba que Dios no tenía nada que ver con un pueblo como los de Nínive. Racista por extensión, no los aceptaba como seres humanos necesitados de salvación. Para Jonás, como para muchos cristianos hoy en día, si los ninivitas no eran como él, judio de nacimiento, no tenían derecho a tener al Dios de Israel.

Y, qué casualidad que a un hombre como él es quien el Señor escoge para enviarles un mensaje de redención. Son las ironías del Señor. Nunca sabremos realmente por donde nos va a aparecer con una instrucción que no sabremos si seremos capaces de cumplir o no. Una invitación a ir a predicar a un cantón sin derecho a almuerzo ni ofrenda. Una misión a predicar a una congregación de unas diez viejitas cuando en la nuestra se congregan unos dos mil asistentes. Son los avatares del ministerio. Es en donde se probará nuestra madurez. Si estamos dispuestos a ir a donde el Señor nos envíe o ponemos nuestra “lista” de necesidades para aceptar llevar el mensaje que ni siquiera es nuestro sino de Dios.

Jonás es el típico caso de muchos ministros hoy en día. Si no tienen muchas ganas de ir a un camino polvoriento de nuestros cantones en donde no hay agua corriente ni electricidad, no aceptan llevar el mensaje de Jesucristo. Que vaya el diácono que está aprendiendo a predicar o uno de los hermanitos que siempre están listos para ir y arruinar sus zapatos de veinte dólares.

Al ver el Señor que Jonás no ha terminado de madurar, de aceptar que todos los hombres y mujeres de Nínive también necesitan la salvación, al darse cuenta que se va para otro lugar y esconderse en el barco, tratando de huir de quien es imposible hacerlo, lo termina de madurar en un vientre. No fue una incubadora de vidrio especialmente hecha para terminar de hacer madurar a un bebé: fue un vientre asqueroso, hediondo a pescado podrido, lleno de babas viscosas, de jugos y ácidos estomacales, con un ruido infernal de intestinos devorando todo lo que el animal se tragaba a su antojo, incluyendo a Jonás.

Allí, en ese vientre fue donde Jonás fue terminado de madurar. Tres días y tres noches sufriendo lo indecible, sintiendo que los intestinos lo jalaban para deshacerlo con los jugos gástricos y sintiendo los dolores de la muerte. Allí despertó a la realidad de su opaca y corta visión con respecto a los ninivitas. Allí perdió todo su abolengo judío. Allí se deshizo toda su parafernalia elitista de creerse mejor que los demás.

Hoy el Señor no nos mete en un vientre asqueroso de un animal marino. Hoy nos mete en un vientre más doloroso: el desempleo. La falta de comidas de lujo. Hoy, para terminar de madurarnos, nos quita el agua y la luz por falta de pago para enseñarnos a clamar a él que es nuestro proveedor por excelencia. Hoy no es un animal quien nos termina de madurar, hoy es la cama de un hospital. Es es un respirador artificial en un hospital que cada onza de oxigeno nos cuesta cien Dólares para seguir viviendo. Un divorcio que termina con nuestros sueños. Un hijo en las drogas. Una hija embarazada por a saber quién de la cuadra.

Todos corremos el peligro de ser como Jonás. Lo mejor que podemos hacer entonces es madurar conforme la Palabra de Dios quiere para nosotros, para que nos vaya bien y no mal.

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