Durante la pandemia y cuarentena que comenzó hace un año aproximadamente una de las cosas que más agradezco en la vida es haber visto tanto pastor de distintas iglesias y denominaciones ponerse a la brecha, pude encontrar pastores orando en las calles cuando nadie estaba dispuesto a salir, estaban en distintos puntos de San Salvador y del país, frente a hospitales clamando, encontré hombres y mujeres ayunando, intercediendo y atendiendo personas con Covid-19 y familiares aun a pesar de su propio riesgo, al acercarme a los centros de contención vi pastores llevando juguetes para los niños, compartiendo palabra, biblias, animándoles a tener paciencia, habilitando sus iglesias para este fin.
En lo personal me tocó asistir a 9 entierros Covid-19, pude ver de manera directa el dolor desgarrador de familiares sepultando a sus seres queridos, fallecieron alrededor de 80 pastores en la pandemia de los cuales tengo conocimiento que se contagiaron aun sabiendo el riesgo, por su compromiso con Dios y con el llamamiento, vi hijos llorar, madres sufrir, y cerrar este ciclo con esa sensación de impotencia del llamado de una persona a su presencia, pude darme cuenta en hospitales a los cuales asistí como el Hospital Nacional San Rafael, Hospital Amatepec del Instituto Salvadoreño del Seguro Social, y otros nosocomios, personas con las cuales fue un privilegio orar antes que ingresaran a la Unidad de Cuidados Intensivos, donde posteriormente me enteré que perdieron la vida a través de las noticias de sus familiares.
Este año que cumplimos nos demuestra que la iglesia, que los pastores son llamados por Dios para ponerse a la brecha, cumpliendo la misión, es un privilegio servir con ustedes, es un privilegio saber que Dios nos llamó de tinieblas a luz admirable para ser de bendición a esta nación en este tiempo. Al cerrarse las iglesias nos tocó abrir las puertas de nuestro hogar, abrir las redes sociales, nos tocó acompañar a las personas, aun sabiendo que podíamos ser contagiados, pero el llamamiento tuvo más fuerza que el miedo, repartimos alimentos, vi tanto pastor esforzarse compartiendo alimentos, estar pendientes de los más vulnerables de la congregación y mucho más. Gracias pastores y también a cada persona que ora por su pastor, que le aman y que le recuerdan que es un llamamiento de ardua tarea pero de gran valor.
La profesión pastoral no será siempre la más reconocida, tiene detractores inclusive en sus mismas congregaciones, sin embargo al ver con mis propios ojos pastores ponerse a la brecha sin importar el riesgo, la edad, tomando la decisión de acompañar en oración, palabra, provisión a los suyos, están en una posición especial, Dios no se equivocó al llamarles a ustedes, animo pastores, ya falta poco, ganamos la batalla.
Nunca olvidaré las caravanas de oración cada tarde de viernes a las 5:00 PM, aun en medio de la más grande incertidumbre rompía el dramático silencio de las ciudades con hombres de Dios clamando y orando, subidos en patrullas de la Policía Nacional Civil, perifoneando y ondeando banderas.
A pesar de la pandemia cuando las tormentas Amanda y Cristóbal azotaron nuestro país, no les importó salir ellos y sus familiares, preparando comida, ropa y albergue a damnificados en distintos lugares, quedaran en mi memoria tanto hombre de Dios que en días grises pusieron a prueba su llamamiento y salieron aprobados con honores.
“y se puso entre los muertos y los vivos; y cesó la mortandad”. Números 16:48