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martes, noviembre 26, 2024

Hermandad

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“Si los sirios pudieren más que yo, tú me ayudarás; y si los hijos de Amón pudieren más que tú, yo te daré ayuda” 2 Sam. 10:11

Vamos a ponerlo de esta manera: Nos falta mucho a nosotros los cristianos ser como estos oficiales de David.

Indudablemente ellos habían visto un buen ejemplo en su líder David: Corazón noble. Perdonador. Acaban de escuchar que levantó al hijo de Jonatan, Mefi Boset y lo hizo comer en su mesa, aunque era lisiado. Han visto actuar a su jefe con una actitud de tender la mano a quien la necesitara. Vieron en su rey a un hombre tan sencillo y humilde de corazón que no dudaba en darle su amistad aún a algunos de sus enemigos. Compartía su pan con sus oficiales sin distingo de rango ni apellidos. Vieron en él a un hombre magnánimo y generoso.

¿Como, entonces, no imitarlo?

Joab y Abisai van a la batalla. Los ejércitos están desiguales pero los oficiales de David aunque no tienen suficientes soldados, sí tienen suficiente valor y temperamento para guerrear. Pero algo más importante: tienen sentido de amistad. Tienen sentido de hermandad. Tu problema es mi problema. Tu angustia es mi angustia. Tu necesidad es mi necesidad.

Y hacen un trato: “Si los sirios pudieren más que yo, tú me ayudarás; y si los hijos de Amón pudieren más que tú, yo te daré ayuda” ¿Lo ve, querido lector? Sin egoísmos. Sin afán de protagonismo. Sin querer sobresalir uno del otro. Estamos en el mismo ejército, hermano, así que nos ayudaremos mutuamente.

Ergo: Si yo no puedo orar, tú orarás por mí. Si yo no tengo fuerzas para seguir, tú me darás de las tuyas. Si no me alcanza para mi almuerzo, tú pagarás lo que me falte. Si ya no tienes para la gasolina del mes yo llenaré tu necesidad. Si caes enfermo, yo te llevaré tus medicinas. Cuento contigo y tú cuentas conmigo.

¿Acaso no es eso lo que hace nuestro Señor Jesus con nosotros? Ama a todos, aún a sus enemigos. Y con ese ejemplo nos debe bastar para tratar de ser como Él. Hace salir su sol sobre justos e injustos. Ayuda tanto al pecador como al redimido.

¿Qué nos pasa entonces, que no podemos compartir con los que tienen necesidad aunque no nos agraden o no sean como nosotros queremos?

¿Cuantos pastores sufren de soledad y tristeza porque no tienen un amigo que les tienda una mano cuando están en necesidad de afecto? Porque han sido mal enseñados a no aceptar amistades que no sean de su misma congregación o institución. Son pastores abandonados a su suerte que no encuentran a alguien que les escuche sus problemas y dolores. Sabemos que un pastor puede tener recursos abundantes, un mega Templo que atender, miles de asistentes que escuchan sus sermones, pero ¿a él quien lo escucha? ¿Con quién comparte sus dilemas y tentaciones? Cuando le faltan las fuerzas, ¿quién le presta sus brazos para sostenerlo?

David, Joab y Abisai son un ejemplo de lo que una verdadera amistad y hermandad puede proveernos. Pero necesitamos de algo que se llama humildad. Sin ella nunca tendremos a nadie con quien tomarnos un café, un hombro donde llorar nuestros fracasos y una mano amiga que ponga bálsamo en nuestros corazones.

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