2 Sam. 11:1 “pero David se quedó en Jerusalén”
En la década de los sesenta, cuando yo era un adolescente, me gustaba escuchar la música de aquellos tiempos. Siempre me había gustado aprender el ingles. No como lengua comercial sino para saber qué decían las letras de aquellas agradables canciones que hablaban del amor, de la amistad y las cosas buenas de la vida.
Eran tiempos de música sana, limpia y no violenta ni sexual. Incluso, los grupos que tenían mayor ranking musical eran los que entonaban canciones con principios morales bíblicos. A esos grupos no les daba vergüenza ni pena entonar sus canciones que hablaban del Dios de su nación y de sus padres. Entre ellos estaban los Birds. Cuando escuché su éxito “Turn, Turn, Turn”, inmediatamente busqué su significado y fue cuando supe que existía un libro en la Biblia llamado Eclesiastés. Por supuesto que me lo devoré completo en una leída. Allí aprendí que hay un tiempo para todo. Dios tiene sus métodos para hacernos conocer su Palabra.
Pero David no tuvo ese privilegio. Fue por eso que “cuando era tiempo de que los reyes salieran a la guerra”, se quedó en su palacio durmiendo más de la cuenta. Y eso le provocó un terrible problema moral. Porque fue el inicio de una serie de faltas que llevaron su vida a un caos familiar, social y de conciencia.
Porque no era tiempo de dormir. Era tiempo de guerrear. De levantarse temprano a orar, a leer la Palabra, a hablar con el Dios que lo había puesto como rey y gobernante de una nación. Era tiempo de pelar sus batallas. De madrugar y presentarse como buen soldado delante de su Oficial para recibir las órdenes del día. No era tiempo de quedarse en su ciudad cómodamente descansando mientras sus oficiales peleaban lo que él tenía que haber peleado.
Lo mismo sucede hoy en día: muchos “reyes y sacerdotes” del Nuevo Pacto, se olvidan que no es tiempo de quedarse dormidos, de ver sus campeonatos de fut bol mientras sus hijos se envuelven en drogas, sexo y violencia callejera. Muchas madres se están ocupando de otras cosas, menos de dirigir a sus hijos hacia el Reino de Dios que les pertenece. Muchos padres no están ocupando su lugar “de primera línea” espiritual para interceder por su familia, por su santidad ni por su consagración. Se les ha olvidado la gran responsabilidad que Dios puso sobre sus hombros al nombrarlos encargados y jefes de un hogar, de una familia y de una generación.
No, no mis queridos lectores. Hay un tiempo para todo. Y el tiempo para hoy es de poner nuestras barbas en remojo, de interceder por nuestras familias, por nuestra iglesia y por nuestra nación. Antes que los Birds lo pusieran de moda en los sesenta, ya lo había escrito otro rey: Salomón.