2 Reyes, 4:6 “Tráeme aún otras vasijas. Y él dijo: No hay más vasijas. Entonces cesó el aceite”
¿Cuando es que se nos termina la provisión? ¿Cuando es que se nos acaba la oportunidad de seguir viendo milagros? Cuando dejamos de dar.
Porque el misterio del dar es algo que no terminamos de comprender. Hay algo escondido en ese hecho Divino que se nos ha impartido a los que creemos en el Señor Jesucristo y que hemos recibido por misericordia del Señor. Porque solo los que saben recibir saben dar.
Y eso está dentro de todos nosotros los que tenemos en nuestro interior la Vida del Espíritu Santo. Es un fruto que él produce en nuestro corazón. El deseo de dar, de compartir con el que no tiene, de dar de nuestro pan que a la postre no es nuestro tampoco.
Tenemos la tendencia de calificar a las personas por el trabajo que desarrollan, por el auto que manejan o por la ropa que visten. Y eso nos roba la oportunidad de darles algo para llenar alguna necesidad. Otro problema es que para muchos cristianos, la palabra “dar” significa dinero, cosas materiales y perecederas, sin darnos cuenta que esa palabra abarca todo un abanico de acciones. Dar amor, amistad, compañerismo, ayuda física son manifestaciones del dar. Es por eso que es un misterio. No nos imaginamos que alguien que ofrece ayuda a alguien que en ese momento que la necesita, estamos produciendo un milagro en esa vida. Y eso es lo que nos pide el Señor precisamente. Dar es entregarnos, es darnos a nosotros mismos porque Pablo lo dijo: Dando es como recibimos. ¿Como funciona? No lo sé, solo sé que funciona y eso es suficiente para hacerlo.
La viuda de esta historia de Eliseo tenía una necesidad urgente. Se había quedado sin su provisión para pagar sus deudas. La amenaza de llevarse a sus hijos estaba en el péndulo de su vida. No hay dinero, no hay recursos pero hay deudas. ¿Como pagarlas? ¿Como salir del atolladero en que se había hundido ella y su fe? El profeta le da un consejo. ¿Qué tienes? Solo un poco de aceite. Un poco que no creo que alcance para mucho. Solo tengo un poco de fe pero muchos problemas. Solo un poco de fe pero muchas necesidades. Y el hombre le enseña algo que no se sabe como funciona pero funciona. Y empieza a llenar vasijas. Corazones. Vidas vacías. Oraciones de intercesión. Empieza a dar de su tiempo. De sus energías al que no tiene. A levantar a los que caen. A sanar corazones heridos. A dar palabras de aliento. A compartir una sonrisa. Un abrazo al solitario. Llena vasijas vacías de esperanza, de sueños que parecen inalcanzables. Llena vasijas con ilusiones y con palabras de fe.
Y sin darse cuenta, esta viuda que estaba llenando vasijas vacías, ella misma se estaba llenando de recursos para sacar de su casa y de su vida las deudas heredadas. ¿Es verdad entonces, que dando es como se recibe? ¡Claro que sí, indudable mis amigos!