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jueves, diciembre 26, 2024

El año del silencio

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Un año después de mí último escrito, ha sido un año en el silencio desde mi blog, pero tratando de crear sonido en mi entorno, desarmados para rearmarnos, con luz tenue para poder brillar con mayor intensidad, nadando con fuerzas ante un impetuoso mar que no entiende de calma, el sabático que no planifiqué, explorando sentimientos desconocidos como la ansiedad y la depresión camuflados de sonrisas que infunden aliento, ante un espectro desconocido, ante un camino no recorrido, ante murallas sin experiencia de escalar, ante un mañana que no parece llegar, con temor a lo desconocido, largas horas de desvelo que drenan al desagüe el reloj biológico, presentado como tributo al sacrificio y enfrentar el entorno con medidas de bioseguridad como paliativo sin garantías de vencer a un enemigo silencioso que se infiltró en las casas del mundo.


Un aplauso al pastor que cuidó con denuedo y ahínco a sus ovejas que no solo bebe el vino de su grey sino que cuida que el fruto no se pudra sino que se mantenga integro y se reproduzca como semilla que da vida a otros, con aplauso al que se desprendió del yo y compartió no de las sobras sino que de sus 2 túnicas compartió una, el aplauso con altoparlante para aquel que cada viernes se subió a una patrulla para perifonear que Dios estaba presente en ese momento de agudeza desesperación e incertidumbre humana, para el pastor que se paró frente a un hospital para clamar por sanidad, como para aquel que desde su trinchera alimentó a su pueblo a través de un dispositivo, el adorador que aunque con su agenda rota en mil pedazos compuso melodías virtuosas que invocaron al Espíritu Santo y fortalecieron el alma compartiendo su don, un aplauso para los medios de comunicación cristianos que comprendieron que la oración era vital y abrieron sus espacios para conectar a otros en un mismo sentir, un aplauso al pastor que hizo de su casa el comando de operaciones de bendición para muchos, y que decir de los que ofrendaron su vida para que otros vivieran en el ejercicio del deber cristiano, como soldado que salió a la batalla consiente de las implicaciones pero aun así no dio marcha atrás, abrazando al que padecía por causas de las tormentas literales que azotaron nuestro país, un aplauso al misionero que no se abstuvo de enviar ayuda para que fuese compartida con otros, Este eco perdurará por generaciones.


Un abrazo a los padres que como la gallina protege a sus polluelos han abrigado a sus hijos para regalarles un mañana, un abrazo para aquellos que experimentaron un dolor desgarrador y no dieron el adiós con la dignidad que merecía, un abrazo para aquellos que vieron desaparecer y volar como el polvo lo que construyeron toda una vida, un abrazo para el medico que por amor a los suyos el alejarse fue su muestra.


Este año del silencio no es la mejor frase que un adolescente en su frenesí se tatuaría, pero si es un almanaque que perdurará para la posteridad como una cicatriz que marca el dolor pero también un nuevo comienzo, un nuevo comienzo donde cual árbol ha sido podado para dar más sombra, un nuevo comienzo sumergidos para emerger, un año a martillo y cincel para pulir un nuevo ser, un año quemado hasta quedar entre cenizas para ser levantado como muestra del poder supremo de Dios, un año de desesperanza para tener una nueva esperanza.

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