2 Reyes 17:33 “Temían a Jehová, y honraban a sus dioses, según la costumbre de las naciones de donde habían sido trasladados”
No nos hagamos los ignorantes: Aún los incrédulos conocen algo del Dios Verdadero. Eso éramos nosotros antes de conocer la Verdad de Jesucristo. Sabíamos, en lo profundo de nuestro ser que las cosas duras, el dolor, la traición y las enfermedades que sufríamos eran consecuencia del pecado, y no dudábamos en correr a buscar en nuestra religión la ayuda de Dios. Es cierto, no lo conocíamos, pero en lo profundo de nuestro interior existe la idea de un Dios creador, bueno y misericordioso que espera tendernos una mano de ayuda.
Y era entonces cuando lo buscábamos en angustia, hacíamos largas oraciones, hacíamos promesas que nunca cumplimos y Él nos hacía el milagro que esperábamos. Pero, ¿qué sucedía después? ¡Volvíamos a lo mismo! Pecar, pecar y pecar.
Eso se esconde en este breve verso que he encontrado para el Pensamiento de Hoy: Israel fue llevado cautivo a Asiria. Y Samaria ha sido repoblada con gentes de otras naciones. No conocen la Ley de Dios y unos leones los están destruyendo. Se quejan ante el rey de Asiria y éste les consigue un Sacerdote de Israel para que les enseñe la Ley y los mandamientos a estos incrédulos que no saben nada de nada. Hasta aquí todo va bien. Pero en el camino surgen algunas cosas que avergüenzan: Aprendieron a temer a Jehová, es cierto. Aprendieron las leyes, mandamientos, el culto y las enseñanzas de su Palabra. Empezaron a adorarlo, a servirlo y a hacer lo que Él manda en su Palabra. Pero…
Apareció el pelo en la sopa: Al mismo tiempo que adoraban a Jehová, también honraban a sus dioses que siempre habían conocido. Desde pequeños habían sabido de los dioses que sus padres les enseñaron a honrar y servir. Y aquí está lo crudo de esta realidad: 2 Reyes 17:34-35 “Hasta hoy hacen como antes: ni temen a Jehová, ni guardan sus estatutos ni sus ordenanzas, ni hacen según la ley y los mandamientos que prescribió Jehová… con los cuales Jehová había hecho pacto, y les mandó diciendo: No temeréis a otros dioses, ni los adoraréis, ni les serviréis, ni les haréis sacrificios”
La clave está aquí: “Hasta hoy…” Porque nada ha cambiado en el pueblo que dice adorar al Verdadero Dios. Junto a su Altar tienen otro altar. El de sus propios dioses. El dios dinero. El dios sexo. El dios comodidad. El dios rebeldía. El dios orgullo, el hijito que se convierte en un diocesito, su televisor, su carro, su figura, sus deportes, sus, sus, sus…
Esa es la lucha de todo pastor que desea enseñar Santidad y consagración al pueblo que pastorea. Porque duele darse cuenta que dicen que adoran a Jesucristo pero en lo privado tienen sus propios dioses que los alejan de la Verdad, de la Santidad y Consagración que el Señor nos pide. “Hasta hoy…” Aquello de Samaria se repite hasta el día de hoy.