2 Reyes, 24:4 “Jehová, por tanto, no quiso perdonar…”
Bueno, me han enseñado que no hay pecado que Dios no pueda perdonar. Que la Sangre de su Hijo derramada en la cruz es suficiente para limpiarnos y quitarnos todo pecado. Entonces entro en conflicto con este texto que encabeza este escrito.
Porque dice claramente que Jehová no quiso perdonar. Ah, pero si observamos bien la sintaxis de la frase encontramos algo realmente interesante. No es que Dios no pueda perdonar, en ese caso, Dios no quiso personar.
Y cuando estudiamos detenidamente el contexto vemos que tuvo que entregar su amada ciudad Judá a la subordinación del rey de Babilonia. Él no quería hacerlo. Nunca Dios quiere que sus hijos sean ni cautivos ni esclavos. Los rescató de la esclavitud para hacerlos libres, pero sus conductas, sus desviaciones y sus malas inclinaciones los llevó a que el Señor llenara su copa de ira. La rebasaron con sus pecados. Es entonces cuando se ve obligado a usar herramientas que pulan, que limen y arreglen las cosas en las personas que no obedecemos sus instrucciones.
Es por eso que nos asombra que muchos cristianos que aparentan una buena relación con Dios caen bajo sus juicios. Lo culpamos de ingrato porque nosotros no tenemos la capacidad de ver en lo profundo de los corazones de los que nos rodean, incluyéndonos a nosotros mismos. ¿Acaso no dice la Palabra que engañoso es el corazón más que todas las cosas? También nos advierte que no tratemos de burlarnos de Dios, es imposible que eso pueda hacerse porque Él lo ve todo. Sin embargo, como los reyes de Judá, especialmente el impío Manasés, colmaron su paciencia y tuvo que hacer lo que no quiere: entregarlos en manos enemigas para que traten con ellos subyugándolos y quitándoles todas sus pertenencias.
Hoy en la madrugada, mientras leía mi porción de la Biblia me tocó pasar por esta lectura. Y me espanta ver que yo mismo puedo obligar al Señor de Amor a actuar como si no tuviera amor. Como si yo no le importara como para que me deje caer en las manos de hombres ingratos, de gente insolente, de enemigos de mi fe, de espíritus malignos pero también leo que mis acciones y mis pecados pueden llevarlo a Él a tomar drásticas medidas para corregirme y hacerme volver a sus caminos de santidad y consagración.
Por algo soy escogido. Le pertenezco. Él es mi Dueño y puede hacer conmigo lo que desee. Pero si algo debo evitar a toda costa, es que Él no quiera perdonarme… Porque que pueda es una cosa, pero otra muy distinta es que no quiera. ¡Líbreme Dios de caer en ese estado! Por Jesucristo, amén.