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jueves, marzo 28, 2024

¿Dios conmigo?

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Génesis 39:1-2 “Génesis 39:1-2 Cuando José fue llevado a Egipto, Potifar, un oficial egipcio de Faraón, capitán de la guardia, lo compró a los ismaelitas que lo habían llevado allá.
Y el SEÑOR estaba con José, que llegó a ser un hombre próspero, y estaba en la casa de su amo el egipcio”

Ni siquiera tratemos de entenderlo porque no lo vamos a lograr. Nos vamos a quebrar la cabeza y no vamos a comprender los caminos que el Señor usa para estar con nosotros. Y, lo peor de todo, es que nos costará creer que él está a nuestro lado cuando estamos pasando por el valle ardiente lleno de animales salvajes, lleno de depredadores que nos amenazan con acabar con nosotros y nuestra fe.

Vamos a hablar claro: Seguir a Dios nunca es fácil. Es por eso que muchos abandonan el Camino a la primera cumbre que tienen que subir. Todos prefieren lo plano, el valle lleno de prados verdes y flores perfumadas. Porque cuando la refri se va quedando vacía, cuando la enfermedad nos visita, cuando el matrimonio empieza a naufragar, cuando la barca de nuestras finanzas empieza a quedarse en ceros, empezamos a creer que Dios nos ha abandonado. Cuantificamos el favor de Dios por las cosas materiales que nos da que por la Presencia espiritual que nos brinda.

José ha sido vendido como un vil esclavo. En el mercado de esclavos el muchacho fue examinado ultrajantemente. Lo revisaron por todos lados de su anatomía física. Su moral ha sido vulnerada. Lo tocan, lo examinan, le abren la boca para ver si tiene dientes y como están, le dan vueltas y le examinan los músculos, le tocan los huesos y revisan su cabeza para ver si tiene piojos.

Si, al hijo consentido de Israel. Al hijo preferido del patriarca Jacob. Al que vestían con ropa de Hugo Boss. Al que bañaban con el jabón perfumado de marca, al que le compraban zapatos Florsheim. Sí, al soñador de sueños, al visionario que ahora está desnudo y con un horizonte que nunca soñó en sus noches de tranquilidad.

Hasta que un señor egipcio lo compra. Pero no lo compra para honrarlo ni para ponerlo en una oficina con aire acondicionado, para ponerlo ante un escritorio de madera noble, con un par de ayudantes a su servicio. No. Lo compraron para que fuera un esclavo. Un servidor. El que barre, el de los mandados pues. El que limpia los baños y saca la basura de la casa.

Y precisamente es allí en donde Dios lo quiere tener. El camino a la gloria empieza en el servicio. Dios estaba con José el esclavo, para convertirlo en gobernador de Egipto. Pero hay una pregunta que no vemos escondida en esa historia: Si Dios estaba con José, ¿por qué no lo devolvió a su casa? ¿Por qué permitió que la mujer lo acusara falsamente? ¿Por qué permitió que lo abusaran? ¿Por qué permitió que lo alejaran de su familia? ¿Por qué, por qué, por qué? Bueno, las respuestas las tenemos al final. Como su final y como el mío.

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