“Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacia él, le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos?
El respondió: No; mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora. Entonces Josué, postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo?
Y el Príncipe del ejército de Jehová respondió a Josué: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo. Y Josué así lo hizo”. Josué 5.13-15
Tarde o temprano nos llega el turno, a todos nos pasa. Llegó el turno de Josué, nuevamente en ese lugar. Cuatro décadas habían pasado, muchos ya no estaban, en realidad todos se fueron, solo su compañero de armas y de fe llegaron a ese punto, y tenían mucho más por delante. En fin, llegó el momento de Josué, a todos nos llega ese momento, pasará más de una vez en la vida, así son las vidas de los conquistadores, les pasa a cada momento, pero cada episodio les hace más fuertes. A todos nos llega ese momento de enfrentar un enemigo, un obstáculo, un desafío descomunal, a Josué le llegó, era una muralla que se interponía entre él y su bendición, también a ti te llegará ese momento.
David y su Goliat, Daniel y los leones, los jóvenes hebreos y un horno ardiente, los discípulos y Roma, Jesús y el sistema religioso, tú y … cómo llenarías la línea punteada, ese enemigo descomunal tiene solución como lo tuvo para Josué y todos los demás, tienes oportunidad de ganar.
Una muralla descomunal. Aquella masa de ladrillos y piedra medía más de 7 metros de alto y un poco más de 2 metros de ancho, rodeada por un denso bosque de palmas que servía de defensa natural. Lo peor, sus habitantes era guerreros expertos, feroces y crueles, Jericó era invencible, pero cayó. Tarde o temprano tienes tu desafío categoría Jericó y también lo vas a vencer. La impenetrable Jericó no pudo sostenerse ante el comandante Josué y su ejército, pero sobretodo ante Jehová especialista en enemigos descomunales.
Un encuentro descomunal. Y aquí viene la clave, Josué tuvo un encuentro como ninguno. Con su mirada fija en la vieja muralla, en un parpadeo su enfoque cambió, quitó sus ojos del muro y los clavó en alguien que haría la diferencia para el resto de la conquista y de su vida. Allí estaba, era el Príncipe del ejército del Señor, un encuentro sorpresivo de los que encontramos a cada momento en la Biblia: discípulos en el centro del mar embravecido, Pedro en la cárcel, Abraham tuvo una cena particular, Moisés y la zarza, Saulo camino a Damasco, encuentros que cambian el rumbo de las cosas. No divagues, quita la mirada de la muralla, busca las cosas de arriba porque allí está tu vida escondida. Josué vio y adoró, esa acción basta para saber que se trataba de un encuentro divino, ningún ángel jamás aceptaría adoración, el Príncipe de los ejércitos estaba allí, Cristo antes de Cristo. Un enemigo descomunal se vence con un encuentro descomunal, prepárate para la cita, el Espíritu Santo está preparando el escenario para un encuentro contigo que cambiará las dimensiones de la batalla, la muralla ya no es tan grande cuando te postras frente al Señor que todo lo puede.
El episodio queda sellado con una frase que definirá la estrategia, fue ese tipo de conversaciones que te guían en medio del valle oscuro de la incertidumbre y la desorientación. El tipo de preguntas que haces en tus encuentros descomunales para aplastar murallas colosales, son las conversaciones que terminan en convicciones profundas de que todo está bajo control y que no hay muralla sin punto débil para Dios. Postrado, el comandante al frente de más de 2 millones de personas se prepara para escuchar, quitó su mirada de la muralla y de sí mismo y la puso en el Príncipe de los ejércitos, descalzo se postró, humilde y adorador entró en materia e hizo justo la pregunta que los que enfrentan obstáculos descomunales hacen para dar su siguiente paso hacia la victoria:
“…¿Qué dice mi Señor a su siervo?” Josué 5.14