Todos los que se consideren personas “PACIENTES” levanten su mano… la mía permanecerá abajo. Sin embargo, estoy aprendiendo, lo estoy intentando, estoy haciendo mi mejor esfuerzo para ser paciente. Hay una razón muy importante para eso, y está en la Biblia:
“…imiten a quienes por su fe y paciencia heredan las promesas”. Hebreos 6.12
La espera puede ser desgastante, la espera desespera, la espera desanima. ¿La espera de qué?, de respuestas. Por cuánto tiempo has esperado esa respuesta familiar, matrimonial, financiera, salud, depresión, enfermedades crónicas, etc. En la era de “los en vivo” y las compras en línea, ¿qué sentido tiene esperar con los asuntos de la fe?. Esa característica posmoderna socava la fe, la desgasta y puede llevarte al fondo del precipicio.
Cansado de esperar el cumplimiento de las promesas, sucumbes con la impaciencia, caes en el desánimo, y este último arrastra tal cantidad de efectos colaterales que si no te restableces pronto lo aniquilará todo.
Hoy quiero mostrarte dos herramientas clave para no caer o salir del abismo del desánimo: FE Y PACIENCIA. En el texto escrito para los Hebreos, encontramos estas dos herramientas que te llevan a disfrutar las promesas. ¿Estás esperando el cumplimiento y realización de las grandes promesas del Reino en tu vida?… ¿Sientes que has esperado mucho para el cumplimiento de esas promesas?… ¿Pareciera que esas promesas pueden ser realidad para otro pero no para ti?… ¿No sabes cómo hacer realidad las promesas de Dios en tu vida?… La carta a los Hebreos nos da una luz acerca de lo que se necesita para alcanzar las promesas de Dios: “…por su fe y paciencia heredan las promesas”. Hebreos 6.12.
Querido compañero “impaciente”, debes comprender que la Paciencia, no es simplemente “la paciencia”. La “paciencia” es un arma poderosa para alcanzar promesas de Dios. Nuestra impaciencia puede ser un gran obstáculo para la realización de las promesas. La impaciencia te llevará al desánimo, o tomar decisiones precipitadas y alocadas. La paciencia es fe en la grandeza de Dios, es la certeza de que estás en sus manos, la confianza de que te escucha, la convicción de la respuesta que no miras pero que vendrá.
La paciencia es sometimiento al proceso, lealtad a la verdad, convicción de su amor, y su amor es tu garantía de victoria. Con razón la paciencia no es simplemente “la paciencia”, es fruto del Espíritu.