Este es uno de los temas que más se ha abordado en este tiempo donde estamos experimentando la pandemia con virus del Covid-19. Como profesional en el campo de la salud mental y mi trabajo como consejera, he visto cara a cara como las personas han entrado en estados de crisis y pánico. Los casos de ansiedad y depresión han incrementado notablemente y hay un ambiente de incertidumbre por el futuro.
A todo esto, se suma la perdida de seres queridos y el temor de contagiarnos con el virus, o alguno de nuestros seres queridos se contagie. No negamos esta realidad, pero al mismo tiempo debemos aprender a manejar nuestras emociones y la manera como reaccionamos frente a la crisis para no llegar a un estado debilitante que pueda afectar nuestro desempeño y toma de decisiones. Dios nos creó con emociones. A través de ellas nos comunicamos, nos expresamos y también son vías para alertarnos del peligro y aun defendernos. Un poco de ansiedad en un momento de peligro es buena porque hace que nuestro sistema nervioso se active y se prepare para defenderse o para huir. El problema es cuando el estado de ansiedad se prolonga en nosotros. Es allí cuando la ansiedad o el temor ya no son funcionales y se convierte en algo paralizante o mantiene en un estado de nervios. Muchas personas experimentan síntomas físicos como la perdida de sueño, tienen palpitaciones, o experimentan dificultad para respirar. Otros no se pueden concentrar y viven en un estado constante de temor. De hecho, hay una tendencia a pensar negativamente y hasta exagerar los pensamientos, es decir pensar trágicamente. Podemos inclusive crear más temores que pueden llegar a ser irracionales, lo que quiere decir que no tienen una fuente real que los provoque.
Primeramente, quiero explicar que la ansiedad es una emoción real. Cuando nos sentimos ansiosos, nuestra mente esta “ocupada” primeramente en los que nos preocupa o carga. Por ejemplo, si hemos perdido el trabajo o un familiar está enfermo, nuestro pensamiento está enfocado en esa preocupación. Esto puede ser una reacción normal frente a estos eventos. Sin embargo, si empezamos a añadir información de acontecimientos que no han ocurrido, por ejemplo: pensar que no vamos a encontrar trabajo o que la salud de nuestro familiar se va a empeorar, esto aumentara nuestra ansiedad y por ende el temor! ¡Ahora no solo la ansiedad aumenta, pero también la carga de pensar en cosas del futuro que aún no han ocurrido! Semejante preocupación es innecesaria.
¿Que podemos hacer para manejar esta emoción en un tiempo de crisis?
- Lo primero que podemos hacer es enfocarnos en el aquí y ahora en Dios. Reconocer lo que nos preocupa, pero no dar rienda suelta a pensamientos más negativos o anticiparnos a lo que pasara en el futuro, del cual no tenemos control. Un excelente habito que podemos practicar es agradecer a Dios por cada dia que nos permite vivir. Debemos ver cada dia como una oportunidad de hacer algo nuevo, de vivir y hacer cosas diferentes. La Biblia nos habla en Mateo 6:34 “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propio afán. Basta a cada día su propio mal”. La Biblia nos insta a no afanarnos, es decir no adelantarnos a los acontecimientos, mas bien vivir agradecidos con lo que tenemos hoy y podemos hacer hoy.
- Entregar nuestra ansiedad a Dios y confiar. En 1 Pedro 5:7 la Biblia recalca: “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”. En vez de ocupar nuestro pensamiento en la preocupación, debemos enfocarnos en que podemos hacer en la espera, ocupar nuestro tiempo en cosas y actividades que nos edifiquen. Por ejemplo, si necesitamos un trabajo, preparar nuestra Hoja de Vida, llenar aplicaciones, preguntar y llamar a personas que también nos puedan ayudar. Confiar significa “dejar una cosa al cuidado de alguien” en este caso confiar en el amor del Padre y sus promesas de que proveerá para nuestras necesidades diarias y especiales.
- Ejercitar el dominio propio: Es interesante como la raíz griega de la palabra ansiedad es “merimna” (Strong #3308) de meiro, que significa “dividir” y noos, que significa “la mente”. Cuando estamos ansiosos nuestra mente está dividida, distraída con nuestra ansiedad y preocupación. Y la contraparte de estar ansioso es ejercitar el dominio propio en nuestra mente. 2 Timoteo 1:7 nos dice: “Porque no nos ha dado Dios Espíritu de cobardía (temor), sino de poder, de amor y de dominio propio”. El dominio propio en el griego origina es “sophronismos” (Strong#4995) que significa “pensar seguro”. Los pensamientos recurrentes de ansiedad lo que hacen es nublar nuestro entendimiento. Lo que es importante aquí es mantener nuestra mente enfocada no en la preocupación sino en las promesas de Dios en su palabra que nos proveen seguridad y estabilidad. Cuando ejercitamos el dominio propio que es un fruto del Espíritu (Gálatas 5:22) incrementamos nuestra habilidad de entender y tomar decisiones correctas.
Acompáñame hoy en esta Oración:
Señor Jesús, en esta hora venimos delante de ti reconociendo que eres un Padre bueno y fiel y que tienes cuidado de nosotros, tus hijos. En esta hora te presento mis emociones, en especial mis temores y mi ansiedad. Te pido Dios que incrementes mi fe para confiar en ti, para reconocer que estas en control de todas mis circunstancias y que proveerás para mis necesidades de acuerdo con tus riquezas en gloria. Te pido que derrames tu paz en mi corazón y que mi mente y mis pensamientos estén alineados a ti y tu palabra. Ayúdanos a reconocer que aun en tiempos difíciles tu sigues obrando y es una oportunidad para cimentar nuestra Fe. Gracias Dios por no abandonarnos y abrazarnos con tu amor. En tus brazos se apagan mis temores y miedos. Gracias porque siempre podemos entrar confiadamente ante el trono de tu gracia y hallar fuerza, consuelo, amor y paz. Gracias te damos, en el nombre de Jesús, Amen.