Sus manos se enterraron en la arena, sus dedos desaparecieron entre granos dorados y ardientes. Gritos…gritos y más gritos… sus labios temblaban, los ojos cerrados a toda presión esperaban el primer golpe, metiendo su cabeza entre sus brazos lloraba y temblaba esperando la primera descarga, ¿sería en la espalda, tal vez en el rostro, impactarían su cabeza?, quién sabe, pero el asunto era hasta la muerte.
Mas gritos, gritaban a alguien, “¿Quién será?, ¿Por qué aquí, por qué con él?…” el tiempo corría y seguía sin entender. Como saetas los recuerdos cruzaron sus largos cabellos desalineados por el tumulto y el mal trato, no se atrevía a abrir sus ojos llenos de terror y lágrimas, quién sabe cómo, pero tenía espacio para pensar… –”QUE ABSURDO”- pensaba, aquella aventura había terminado en un episodio fatal – “¿Cómo fui tan tonta?” – “tonta”, la palabra resonaba como el recuerdo vívido de un grito en la infancia, -“ni siquiera lo veo en este lugar…¿corrió…huyó…me abandonó” –simplemente otro episodio, similar al de la semana anterior, o al de un par de días atrás – “Qué importa, me abandonó otra vez…otra vez estoy sola” – susurró, y rompió en lágrimas, apretó la arena con todas las fuerzas, sus manos temblaron, era rabia o temor, tal vez rabia y temor, sume la más profunda tristeza y póngale nombre: frustración.
Gritos…gritos y más gritos… seguía con su cabeza entre sus brazos, fue un solo golpe, de un tiro, casi arrastrada, la aventaron. Su posición fue casi instintiva, la cara hasta el suelo, los brazos rodeando su cabeza, postrada, humillada, encorvada. Buscaba refugio que nunca halló, paz que nunca experimentó, seguridad que jamás alcanzó, amor… amor…amor que tanto anheló. – “Qué mal salió todo esto…. Cómo fui tan tonta….” – decía – Mil insultos, mentiras, advertencias, – “Ahora… Justo ahora…me arrepiento…demasiado tarde” – lágrimas, temor, vergüenza.
Cerró sus ojos y suspiró, oyó esa combinación de palabras que temía: “….adulterio… ley… muerte…”. La ecuación no era difícil de resolver, el final estaba pronosticado y era inminente: CULPABILIDAD QUE MATA. No había otra forma de resolver el asunto, era culpable de eso no había duda, nadie lo dudaba, ni ella, ni ellos, ni él, NI AQUEL. Solo era un asunto de tiempo. …¿Tiempo?… ¿cuánto había pasado?… Ni siquiera lo notó, entre recuerdos y temores, entre lágrimas y frustraciones, entre ira, amor y la falta de amor, el tiempo había pasado. Los gritos disminuían, un extraño silencio se movía entre la arena, ella, ellos y AQUEL: “¿quién es?…¿por qué estamos aquí?….¿quién es?…” – se preguntaba. AQUEL, no decía una palabra, solo escribía sobre la arena, callado. Sus ojos penetrantes penetraban el suelo, en una mezcla extraña de enojo, astucia, firmeza, pero sobre todo amor, amor como nunca antes ella lo había percibido. AQUEL alzó su rostro, paró de escribir, su voz resonó, viajó entre el viento y explotó…explotó… y explotó: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Ella cerró sus ojos con fuerza una vez más, se hundió entre sus piernas, respiro profundo…muy profundo, un grito ahogado salió de su boca, un sollozo, un gemido, entre labios temblorosos sus manos se aferraron al polvo, la hora llegó…era el final, el dolor sería aterrador, devastador y sería hasta la muerte. Como un rayo un último pensamiento se coló: “Es todo… dolerá… lo merezco”………………………..
Pasaron los minutos… Y un minuto más… El escenario se abrió, las nubes pasaron y rayos de paz se colaron, luz, por primera vez luz, su rostro salió una vez más a la luz. La ropa rasgada y descompuesta fue puesta en su lugar lentamente, entre lodo, lagrimas y arena su mirada viajó de la confusión a la alegría, pasando por la incertidumbre, la paz y una idea, una pequeña idea de lo que significa el perdón. Jesús preguntó “¿…?” ella contestó: “Ninguno, Señor”; Jesús habló: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más”.
Anótalo:
- El pecado es horroroso.
- La religiosidad mata.
- Jesús te da otra oportunidad.
Hasta la próxima.