Joe Biden, va a misa “domingos y fiestas de guardar”. También carga regularmente su rosario. Su Biblia, con una cruz celta incrustada, ha estado en su familia por 127 años. Pero lo único que esos detalles nos ofrecen es el simple arquetipo de su ascendencia católico-irlandesa.
Más allá de la anécdota, el presidente norteamericano parece creer que su trayectoria política es un llamado de lo alto Se ve a sí mismo como una “voz que clama en el desierto”, “para servir y no ser servido”. Su campaña presidencial se lanzó como una “batalla por el alma de la nación”. Su llamado a la justicia racial y económica, la restauración social y a la esperanza en un mejor futuro, no tardaron en reflejarse en su gestión.
Para Biden no es suficiente hablar. Dándole una bofetada a los Evangelicals, asegura que “no es suficiente proclamar las buenas nuevas sin buenas obras”. Más militantemente católico, no se puede ser; pero Biden lo es.
Su ambicioso y costoso proyecto de reconstrucción a la infraestructura norteamericana, se entona con clave de doctrina social católica, tratando de paliar la desventaja estructural del trabajador ante el capital. Para este presidente norteamericano, el proyecto presenta la oportunidad de recuperar la dignidad, tanto individual como nacional, a través del trabajo y la reconstrucción. Es también un momento para “acordarse de los pobres” con programas asistenciales que reduzcan la creciente desigualdad económica. Así, Biden le da ahora la bofetada a la doctrina económica que ha dominado la política norteamericana por los últimos 40 años.
El catolicismo discretamente firme de Joe Biden lo ha puesto entre la espada y la pared. Además, de la tradicional aversión de la política norteamericana a la presidencia de un católico, el presidente norteamericano enfrentó detractores de entre sus correligionarios de fe.
En las elecciones que lo llevaron a la presidencia, los votantes católicos dividieron sus votos casi por igual entre él y su contrincante republicano. Y aunque las encuestas mostraron que la mayoría de los católicos norteamericanos creen que el aborto debería ser legal al menos en algunos casos, la Conferencia Episcopal de Estados Unidos (USCCB) se ha debatido con retirarle la eucaristía.
Simultáneamente, la fe de Biden parece incomodar a sus correligionarios políticos que creen el presidente demócrata no se alinea con políticas reproductivas liberales, manteniendo silencio ante propuestas estatales de limitar la práctica del aborto.
Así, el mandatario parece no seguir dogma alguno; ni el de su Iglesia Católica, ni el de su Partido Demócrata. Hasta el momento, su gestión política parece guiarse por sus valores familiares, su amplia experiencia de vida y de una fe introspectiva y militante. Lo que a veces surge de esa combinación es la insufrible tensión entre lo que uno cree y como uno debe vivir. Es un camino solitario y tortuoso, lleno de ambigüedades y contradicciones; y en eso, este presidente pudiera parecerse a algunos de nosotros.
Por ahora, Joe Biden parece haber desechado el camino del dogma, por seguir íntegramente el de su conciencia. Si ese camino se recorre con éxito, el cambio, por incómodo o improbable que sea, es posible. Una “voz que clama en el desierto” de esa forma tendrá valor profético, dando de bofetadas a ideas y sistemas que destruyen la oportunidad humana. Desafortunadamente, es el tipo de integridad de conciencia que también requiere “poner la otra mejilla”.
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Gersón García, gerente de Radio Moody. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por Moody Bible Institute, y Masters en Teologia por McCormick Theological Seminary y The Lutheran School of Theology en Chicago. Tiene larga experiencia como productor de audio y capacitador profesional en Estados Unidos, América Latina y España. gerson.garcia@ideasyvoces.com
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