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jueves, abril 25, 2024

Principio y fin

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Job 8:7  Job 8:7  “Y aunque tu principio haya sido pequeño,Tu postrer estado será muy grande”

A nadie le gusta empezar de cero. Todos quieren empezar desde arriba. El rico quiere siempre ser más rico y el pobre quiere ser rico. A nadie le gusta el esfuerzo o esperar el tiempo de llegar arriba.

Es asombrosa la capacidad humana para querer ser grandes. La grandeza es algo innato en todos nosotros. Los niños preguntan cuando van a crecer. O una de sus frases favoritas: “cuando yo sea grande…”  Sin dejar de mencionar que detrás de la puerta de su habitación tiene el dichoso metro en donde se mide todos los días para ver cuánto ha crecido.

Después que hemos crecido, deseamos no haberlo hecho. Queremos volver a ser niños. Para que nos consientan, para que nos hagan sentir amados y queridos.

Un matrimonio, por ejemplo, si se apega a las leyes naturales de la vida, creo que son muy pocos los que empiezan con su casa propia, muebles nuevos y cosas necesarias de fábrica. La mayoría hemos empezados desde cero. Una estufa que no le funcionan todos los quemadores, una mesa de pino que alguien nos regaló, unas cuantas sillas usadas, en fin, el nido de amor se compone casi siempre de cosas usadas por nuestras familias. Será una suerte si empezamos con cama nueva, de lo contrario, heredaremos la que dejó la abuelita cuando aún estaba viva.  Porque aún el cepillo de dientes lo traemos desde que éramos solteros.

Sin embargo, en materia de trabajo esto no funciona tan fácilmente.  El joven se acaba de graduar con honores y espera que el próximo lunes lo llamen de una empresa multinacional para que les componga la situación financiera o legal. Por supuesto, espera que el sueldo sea acorde a su título ganado a pulso y su posición jerárquica sea de primer orden.  Pero resulta que no salen así las cosas.  Le dicen que la plaza tiene una oficina en el sótano, que huele a humedad y que la puerta no funciona, que la computadora tiene diez años de uso y que su escritorio no es de nogal sino de pino barnizado. Que su sueldo será lo que demuestre en cuestiones de rendimiento.  Ah, y que el horario será de siete y media a siete y media con media hora de almuerzo.

¡Oh sorpresa! Le mintieron entonces el día de la graduación. Porque resulta que no empezó en el nivel catorce del edificio sino en el dichoso sótano. ¿Que pasó? Nada, que la vida le está dando la primera lección que la Biblia menciona en el libro de Job: Tu principio muchacho. Tu principio muchacha. Tienes que aprender algunas cositas que no te enseñaron en la universidad. Tienes que hacer currículum primero. Tienes que adquirir experiencia. Tienes que aprender humildad. Sencillez. Obediencia. Responsabilidad.

Pero no te aflijas.  Si eres constante y sabes valorar el trabajo, tu final lo promete el Señor que será grande. 

En mi vida laboral tuve que aprender esos principios. Para llegar a ganar un buen sueldo, tuve que aprender muchas cosas que no nos enseñan en la escuela o en la calle. Se aprenden en el trabajo, en las labores de cada día, frente a un jefe gruñón que ni siquiera sabe escribir bien su nombre pero resulta que es el dueño. Y a él nadie lo mueve.

Muchos políticos pudieron llegar a la cima con una buena cuenta de banco de varios ceros a la derecha. Pero decidieron un día hacerlo por la vía más corta. Por la corrupción y rompieron las reglas del juego.  Hoy sufren vergüenza, humillación y fracaso. ¿Que sucedió? Que quisieron ser ricos de la noche a la mañana.  Quisieron apropiarse de lo que no era de ellos. Y el resultado es vergonzoso.

No caigamos en ese juego de querer estar arriba demasiado pronto. La Palabra del Señor es clara y contundente: “Y aunque tu principio haya sido pequeño, Tu postrer estado será muy grande”.  Y esta promesa se cumple queramos o no en todos aquellos que hemos aprendido a depender de los ofrecimientos que nos hace nuestro Dios.  Como pastores a veces queremos que nuestro ministerio crezca de tal manera que superemos a los maestros. Pero Jesus dijo algo que creo que nadie lee: Bástele al discípulo ser como su maestro. 

Confiemos en nuestro Buen Dios. El lo promete. Nuestro principio puede ser pequeño, pero nuestro final será de prosperidad y bienestar.

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