Bueno, ¿y sirve para algo la adversidad?
¿Sirve de algo que cuando uno hace planes en donde espera que todo le salga bien, de pronto un tsunami de problemas le cae encima? ¿Le será útil a alguien que se ha casado con amor, emociones y con planes de que todo irá como un rio en calma, de repente se vuelve como un mar tormentoso, lleno de olas gigantes que amenazan con hacer naufragar el sueño dorado?
La adversidad es parte de la vida. Es parte del plan de Dios para nuestras vidas porque sin ella no forjaríamos carácter, no aprendemos a luchar, a esperar para dar el golpe maestro que nos ayude a salir a flote.
La adversidad es enviada por Dios para probar que solos no podremos salir adelante. Es cuando el hijo se enferma. Cuando tiene usted que vivir en una familia disfuncional luchando todos por ser el primero en la mesa. La adversidad se presenta cuando usted de pronto amanece en la cama de un hospital conectado a unos aparatos con lucecitas rojas y azules que no sabe para qué sirven.
La adversidad nos llegará en cualquier curva del camino. Es parte del proceso que el Señor utiliza para darnos lecciones que nunca olvidaremos a menos que seamos testarudos. Es cuando de pronto nos llegó el encierro, cerraron los trabajos, los planes de estudio se vinieron abajo y todo se quedó en suspenso.
Recuerdo que al principio de la dichosa pandemia unos estudiantes salvadoreños que estaban becados en Japón, China y en países de Europa tuvieron que regresar a este país porque no era permitido que permanecieran en aquellos lugares. Primero por el peligro del contagio, segundo porque las universidades cerraron y la beca quedó en stand by. Eso no fue todo lo que vi. Vi algo más: frustración. Cólera. Enojo. Tristeza y una serie de emociones al cual más fea. ¿Que sucedió? La adversidad les tocó la puerta de sus apartamentos. Sus estudios quedaron a medio camino. Quizá alguno de ellos tuvo una relación amorosa con una chica compañera de estudios y habían hecho planes de casarse cuando sacaran su diploma. ¿En que quedaron esos sueños? ¿En que quedaron esos proyectos? Quizá algún día me encuentre con uno de ellos y pueda preguntarle estas cosas.
Este servidor estaba viviendo momentos de tranquilidad. La madre de mis hijos estaba embarazada de nuestro tercer hijo. De pronto empezaron los dolores que anunciaban que ya era el momento del hospital. La llevé en taxi al Seguro Social para que la atendieran. Me dijeron que me fuera a casa y esperara noticias. Eran las siete de la noche aproximadamente. Como a las once de esa noche una ambulancia llegó a la puerta de la casa y yo salí esperando recibir a la madre con su bebé. Pero no fue así. Lo que recibí fue una nota del hospital en donde me anunciaban la muerte de la madre de mis hijos.
El mundo se desmorona. El tsunami se nos viene encima. El caos mental toma la dirección del cerebro. Porque lo que no se esperaba llegó a cambio de lo que sí se esperaba. La adversidad llegó a mi vida tan silenciosa como una serpiente preparada para inocular su veneno.
Cuando creí que ya todo había pasado y había que empezar de nuevo con los hijos que me habían quedado, quince día después me llegó de pronto otra nota del mismo Seguro Social: Había que ir y recoger a un par de gemelos que habían logrado sobrevivir a la muerte de su madre.
¿Como la ven? La adversidad nuevamente llegó a mi vida. Me forjó paciencia. Tolerancia al dolor. Mi umbral del dolor creció exponencialmente. Mi visión de la vida cambió totalmente. Mis perspectivas sufrieron un cambio radical. Mis esperanzas fueron traspuestas y mis sueños sufrieron un impacto tal porque de pronto, de la noche a la mañana me encontré criando con mis pocas fuerzas a seis hijos. Mas todos los problema colaterales que eso conlleva.
Pero esa misma adversidad fue la que me ayudó a salir a flote. Mis proyectos solo se suspendieron por un tiempo mientras reordenaba mis planes. Cuando menos lo esperaba, el sol volvió a brillar para mi. Los nubarrones que ensombrecieron mi horizonte por un momento despejaron el universo para dejarme ver que la vida seguía, que tenía que continuar y empezar a respirar despacio. Como Job, pude experimentar la pérdida pero también la ganancia. Y como Jacob, ya no volví a correr. Ahora era tiempo de ir al paso de los niños.
La adversidad me enseñó grandes lecciones que nunca he olvidado. Porque mis hijos están sanos. Todos sirven a mi Dios. Tienen sus familias y han aprendido a luchar para caminar en medio de sus adversidades. Adversidades que ni yo ni nadie les pueden evitar porque siguen siendo parte de sus vidas. Bendigo al Señor por sus métodos para formarnos a su Imagen.