2 Reyes, 4:2 “Dime qué tienes en casa”
Bueno, la verdad es que muchos cristianos viven bajo el nivel de la fe. De la fe genuina por supuesto. La gran mayoría viven por fe pero por fe en su trabajo, en su salario, en sus fuerzas y en sus opiniones.
Comprender la Escritura no es asunto de teología. Hay muchos pastores buenos para la teología pero muy malos para creer en el Dios que dicen que han estudiado. No, no los critico. No estoy en contra de los estudios. Yo mismo he hecho algunos estudios para aumentar mi acervo bíblico, pero no para suplir mi fe. Porque la Biblia no dice que por estudiar teología viene la fe, no, ésta viene por escuchar la Palabra de Dios. Punto.
Bueno, pero mi intención no es enfrascarme en opiniones sobre asuntos de estudios. Cada quien tiene que ver como construye, como dijo Pablo. Lo que quiero escribir este día es algo que me llamó la atención cuando volví, por enésima vez, leer este texto que está escondido en la Escritura.
Por eso es que necesito -yo, por supuesto-, leer la Biblia cada día con ojos nuevos. Y es asombrosa la capacidad de la Palabra que es viva, para asombrarme con sus sorpresas cuando me resalta sus misterios.
El asunto empieza cuando una viuda se encuentra con Eliseo y aprovecha para pasarle la queja que su esposo, un alumno del profeta ha muerto y no les dejó ni un centavo en el banco, al contrario, la dejó hundida en deudas y ahora amenazan los acreedores con llevarse a sus hijos esclavos para que paguen la deuda del difunto siervo del Señor.
Y aquí viene el quid de la cuestión: Eliseo no le pregunta que tiene en el banco, tampoco que tiene en sus ahorros ni si tiene muebles que pueda empeñar o vender. La pregunta resalta como con un marcador bien amarillo: Dime que tienes en casa.
Como estudioso de la familia este texto me llama la atención. Porque nuevamente veo como la Biblia se preocupa por saber que tenemos en la casa. En el hogar. Y allí empiezan los problemas de Adan que somos nosotros.
Muchos van a la iglesia como un recurso para esconderse de los avatares de la vida. Utilizan la iglesia como un escondite para huir de los problemas de la casa. Para tener un poco de descanso y solaz mientras dura la reunión. Muchos van a la iglesia para pasar un poco de tiempo a solas, no con el Señor sino consigo mismos para oxigenarse y calmar sus nervios alterados por la situación que tienen en su casa.
Muchos otros van a la iglesia a buscar alguna aventura para saciar sus apetitos carnales y desfogar el monstruo que llevan encendido dentro de ellos. Aún otros van a la iglesia a poner cara de “pregúnteme que tengo” para ver si sacan unos cuantos centavos para su pan del día.
Es triste reconocerlo pero no debemos engañarnos. Es por eso que hay muy poco crecimiento espiritual en mucho pueblo que dice ser cristiano. Es utópico pensar que todos estamos en el mismo sentir. La iglesia, para muchos, es un lugar para descansar del trabajo de criar hijos, de mantener una buena relación con su pareja, de afrontar los retos dominicales -si no diarios- que la vida exige.
Esta pregunta va mucho más allá. Dime que tienes en casa, y es que muchos no tienen hogar, tienen casa, pero no un lugar caliente donde encontrar reposo. Otros no tienen familia. Están allí pero no se hablan con amor y respeto. Que tienes en casa es una pregunta que lastima porque la respuesta es: no tengo nada. No tengo hijos que me respeten. No tengo una esposa que me comprenda. No tengo un esposo que me ame. No tengo calor familiar. No tengo paz porque todo gira alrededor del dinero. No tengo cobijo. No tengo, no tengo, no tengo. Por eso voy a la iglesia, para olvidarme unos pocos minutos de mi tragedia.
¿No fue eso lo primero que dijo la viuda? Leámoslo: “Tu sierva no tiene en casa más que una vasija de aceite” ¿Lo ve? Lo primero que ella responde es que no tiene nada más que…
Y esa es nuestra historia también. No tenemos nada más que… Y eso, precisamente es lo que Dios quiere para empezar a transformar su vida, sus finanzas y su fe. Usted tiene más de lo que dice. Usted tiene más de lo que cree. Con un poco de amor se puede hacer mucho. Con un poco de paciencia se puede hacer mucho. Con un poco de fe genuina se puede hacer mucho. Piénselo.