El mejor ejemplo de padre es nuestro Señor y salvador, solo pensar como comienza el padre nuestro lo dice todo, el ser humano debe interpretar la paternidad como un privilegio, como un don; amar, proteger, aconsejar, acompañar, proveer a quien se tiene como hijo con el fin que esta persona pueda un día hacer exactamente lo mismo cuando llegue su tiempo de disfrutar la paternidad.
Vivimos en una sociedad bastante confusa en cuanto a qué es honra, es la decisión del alma y del intelecto de darle su lugar a alguien, el Señor tiene un mandamiento en las escrituras que nos dice que honremos a padre y madre, la honra no es consecuencia del amor, debe ser por naturaleza sobre la identidad del padre, no hay nada más trágico en la Biblia que individuos que deshonran a sus progenitores, esto acarrea una serie de situaciones que muchas veces está condicionada al buen obrar del padre, al cumplir los elementos de amar, proteger, aconsejar, acompañar, proveer, pero la palabra honra va mucho más allá de ellos; es una tragedia para una sociedad que por los mismos errores u omisiones de sus padres, porque no estuvieron presentes, porque hubo un distanciamiento, etc. Vivimos deshonrando la embestidura paternal, no estamos obligados a amar, pero si a honrar, tenemos que romper todo tipo de ataduras, debemos cortar esa brecha de oprobio, honrando a padre y madre, de esa misma manera estableciendo sus responsabilidades sobre sus hijos.
En una sociedad donde nos criamos la gran mayoría de nosotros sin la figura paterna, hemos venido a Cristo y una de las maneras en las que debemos dar testimonio de nuestra fe cristiana es en el hecho de honrar por todos los medios a nuestros padres, y hoy como padres honrar a nuestros hijos. El Salvador tiene una deuda pendiente en la paternidad, en lo que recibimos de nuestros padres, pero también en lo que nosotros hacemos hacia nuestros hijos.
Debemos entender que no estamos para responder con reproche ni con rencor, estamos para responder a la altura del mandato del padre nuestro según las escrituras.
“Y perdónanos nuestros pecados, así como hemos perdonado a los que pecan contra nosotros”. Mateo 6:12.