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viernes, diciembre 27, 2024

Cuando sientas que necesitas ayuda:

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CUANDO SIENTAS QUE NECESITAS AYUDA:

“Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida,Y se traspasen los montes al corazón del mar”

Salmo 46:1-2

Los problemas vienen de diversas formas, su característica principal es que pueden ser tan repentinos como un rayo, y pueden venir como una gran ola del mar que te golpeará tan fuerte, que te debilitará, cubrirá de sombras tu vida, te quitará el aliento y el gozo espiritual, conduciéndote a una infelicidad excesiva y agobiante. En esos momentos necesitas de una ayuda urgente y, por supuesto, debes tener claro que al Señor es a quién debes entregar toda tu ansiedad y todo tu temor. 

Como te comenté en los capítulos iniciales, mi esposo y yo nos casamos muy jóvenes, aún no éramos creyentes, todavía no teníamos un trabajo estable ni habíamos finalizado una carrera universitaria. Realmente fue una decisión arrebatada y temeraria, involucrada por el amor juvenil e incluso sin pedir permiso a nuestros padres ¡me da pánico recordar como tuvimos el valor de hacerlo de esa manera! Hubo mucha imprudencia e impulsividad de nuestra parte y el amor no lo justifica. Los jóvenes deben idealmente prepararse y tener un trabajo estable, para después pensar en casarse. 

Fruto de ese amor, vino rápidamente nuestro primer hijo, aceptamos a Cristo, nos congregamos en una iglesia y así transcurría nuestra vida. Sin embargo, vivíamos en la casa de mis padres, buscábamos trabajo sin tener resultado alguno. Las necesidades eran apremiantes, ya que no contábamos con una estabilidad financiera y mi conyugue decidió viajar a los Estados Unidos para trabajar y enviarnos fondos. Mi pastor me había comentado que eso no funcionaría y que no es el plan de Dios separar familias; sin embargo, él tomó la decisión de irse en búsqueda del sueño americano. 

Me quedé con mis padres y por las noches lloraba en silencio para no despertar a mi pequeño hijito de tan solo un año. Pero lloraba delante del Señor pidiendo que mi esposo regresara, sabía que con el pasar del tiempo el matrimonio se iba a desintegrar y oraba así: “Por favor mira mi angustia, perderé al padre de mi hijo, Señor, yo sé que tú no quieres que las familias se separen, te ruego que obres en mi situación. Nadie más puede ayudarme, sólo Tú puedes convencer a mi esposo”, ¡desespéralo y que vuelva! 

Mis padres y mis suegros, que en ese tiempo no eran creyentes, estaban de acuerdo en la solución que Ernesto había dado al problema, pues me decían “pronto recibirás dinero y lograrás criar a tu hijo, sostenerte, todo estará mejor, ambos estarán mejor”. Pero en la iglesia aprendía las cosas de manera diferente, de acuerdo con la Palabra de Dios y los principios para sus familias. 

Pasé clamando alrededor de tres meses y repentinamente recibí una llamada de mi suegra diciéndome: “¿Helen, sabe usted que ha sucedido?”, le dije que no sabía de qué me estaba hablando; entonces, ella me dijo: “Mi hijoestá aquí en la casa y quiere que venga con el niño”, me quedé sorprendida, callada, mi corazón latía fuertemente. Colgué la llamada y me fui a mi cuarto a doblar mis rodillas y a llorar, pues la alegría embargaba mi corazón de gratitud hacia Mi Señor; ya que Él y nadie más que Él había traído de regreso a mi esposo y yo para que, juntos como familia, siguiéramos adelante. 

En muchas ocasiones de nuestra vida, tenemos situaciones agonizantes y asfixiantes que nos embargan de tristeza el alma y corazón y ¿qué debemos de hacer? ¡Ir a encontrarnos cara a cara con el Padre! Por favor, nunca olvides qué en estos momentos apremiantes, sólo Dios es nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Inicialmente no hay nadie más, después el Señor puede tocar y usar a otras personas para que te apoyen. 

Como te dije al principio, hay una diversidad de problemas, el mío fue la probable destrucción de mi matrimonio y que mi hijo creciera sin su padre. En el transcurso de mi vida he tenido problemas que me han derribado, pero indistintamente de la naturaleza, sea salud, dinero, trabajo, relaciones personales, etc…. siempre he tratado de seguir lo que aprendí desde muy joven, primero ir al Trono de la Gracia y, luego, a quien el Señor ponga para aconsejarme y ayudarme. 

Finalmente Hebreos 4: 15-16 reitera “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.

Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

Con el amor de Jesús,

Helen de López

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