Hace unos años, impartiendo un seminario para matrimonios en alguna congregación de esta tierra El Salvador, hablaba sobre el estigma que muchos padres tienen con sus hijos a causa de la mala enseñanza, mala educación familiar y la ignorancia de los roles que cada uno de los padres debe jugar en la crianza de los hijos.
Allí nació este titulo. Porque estábamos hablando sobre el fenómeno que existe en nuestra sociedad en la que vemos a muchos hijos huérfanos de padre o madre. Muchos padres han emigrado a otros países para buscar el pan de sus hijos, dejándolos abandonados a veces a su suerte, quedando encargados a un hermano mayor para que se haga cargo de sus hermanitos mientras ellos, los padres, van en busca del sustento.
Otras veces los niños quedan a cargo de una tía o abuela para que los sostenga, pero en sus almas inocentes y puras, muchas veces no logran comprender por qué fueron abandonados en otra casa, bajo otro techo y en los brazos de una mujer que no es su madre. Ella será la encargada de manejar el dinero que vaya llegando a veces a cuentagotas para el sustento de los críos que han quedado bajo su cuidado.
Y, lo más doloroso: si en esa casa ya hay niños hijos de la dueña de la casa, indudablemente estos niños tendrán preferencia por sobre los que fueron encargados a la familiar para que tenga la bondad de criarlos mientras ven como se arregla la situación. El problema se suscita cuando los hijos propios de la casa empiezan a hacer burla, menosprecio y humillaciones a sus compañeros que están posando en su casa, ocupando un lugar que antes les pertenecía solo a ellos.
Pasan los años. Pasan los dolores. Pasan los recuerdos. Aquellos niños que fueron dejados al cuidado de la pariente más cercana, han crecido. Ahora ya no son niños. Son hombres y mujeres maduros. La vida les ha jugado sucio y han tenido que abrirse paso a codazo limpio para lograr un lugar en la sociedad.
De pronto uno de ellos recibe una llamada telefónica. Es su papá avisando que le vayan a recoger al aeropuerto porque ha terminado su tiempo en el exilio y que anhela regresar al terruño, y que mejor que sus hijos le reciban con los brazos abiertos. Que desea verlos y abrazarlos y decirles cuánto les ama.
Lo que el padre o la madre no saben es que en aquellos chiquillos que hace años fueron dejados a la deriva ahora ya son personas adultas o por lo menos adolescentes que saben discernir la verdad. Sí, tuvieron comida, zapatos, estudios y cosas materiales. Pero quedaron con el corazón vacío. Se dieron cuenta que aunque sus padres hicieron lo imposible para que no les faltara nada material, les dejaron el alma y el corazón vacío. No saben amar. No saben expresar el amor. No saben como se le habla a una madre o un padre. No sabe decir te amo porque nunca lo escucharon con palabras, aunque lo vieron en juguetes y regalos.
Ahora ellos creen que expresar el amor es con cosas materiales. Con presentes que aunque tengan un valor económico alto, no alcanza nunca a llenar esa parte íntima que todos tenemos en algún recóndito lugar del corazón en donde se anida el amor.
Y, en pleno aeropuerto, rodeado de otras personas que se aglomeran para recibir a sus seres queridos, con sonrisas, flores y expresiones de amor, están aquellos jóvenes impasibles, indiferentes a la alegría ajena, sin sentir ninguna emoción al esperar ver aparecer a sus padres cargados de maletas, con sus billeteras llenas, esperando recibir un abrazo, un beso, un te amo, un te extrañamos.
Tristemente nada de eso se escucha ni se recibe. Aquellos jóvenes que no saben como se ama, ahora tienen ante sí a sus queridos padres que dieron todo por ellos pero nunca tuvieron un contacto físico, nunca les dieron un abrazo, no lloraron con ellos cuando se cayeron y se rasparon las rodillas, nunca fueron a la escuela a ver sus actos escolares, nunca les dieron consejos cuando los necesitaron, nunca comieron juntos en la misma mesa, nunca les pusieron paños húmedos en la frente cuando tuvieron fiebre, nunca les dieron un par de azotes cuando se portaron mal…
¿Y ahora quieres que de abrace, papá? ¿Y ahora, mamita, quieres que te diga que te amo? ¿Ya ahora quieres que te exprese un amor que no se de donde sacarlo?
Estos son, tristemente, los padres huérfanos. No se dieron cuenta en qué momento se quedaron huérfanos porque creyeron que sus hijos solo necesitaban sus cosas materiales mientras les quedaba vacío el corazón. No, amigos, no solo de pan vive el hombre.