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sábado, mayo 4, 2024

El capitán y Jonás

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Jonás 1:6  “Y el patrón de la nave se le acercó y le dijo: ¿Qué tienes, dormilón? Levántate, y clama a tu Dios; quizá él tendrá compasión de nosotros, y no pereceremos”

Bueno, a veces los cristianos perdemos el norte.  Se nos olvida para qué y por qué somos hechos hijos de Dios.  Perdemos el interés por mostrar sus Virtudes y nos volvemos como los gentiles que se preocupan por cosas materiales y olvidamos las espirituales.

El peligro de ser desobedientes al Señor es que poco a poco vamos perdiendo la sensibilidad para escuchar su Voz y para obedecer sus instrucciones.  Y eso acarrea problemas no solo para nosotros mismos pero también para quienes nos rodean.  En una familia puede haber un hijo desobediente, carnal y dado a los vicios. Aunque no le guste a algunos padres o madres especialmente, ese hijo puede ser el causante que en esa casa se pierdan las bendiciones del Señor.  Ese hijo o hija rebeldes son los que causan los males que en un hogar se puedan estar dando. Es por eso que la Escritura nos ordena vigilar constantemente nuestras casas y nuestras conductas para evitar que se nos cuele un espíritu contrario al Espíritu Santo y que nos cause problemas.

Lamentablemente, los padres de hoy ya no disciplinan a sus hijos conforme la Palabra del Señor. Les dejan vivir sus vidas y pretextan que no pueden tomar medidas drásticas porque son sus hijos y qué harían si se les trata disciplinariamente. Ni modo, pastor, tenemos que aguantar sus berrinches y rebeldías hasta que el Señor tome medidas. No. No fue eso lo que dijo el Señor. Él dijo: Disciplina a tu hijo. Hazlo antes que lo haga Yo.

Jonas es el típico caso de un hijo de Dios que no quiere obedecer al Señor. Conoce a Dios dado que es hebreo.  Conoce los ritos del Templo. Conoce la Ley de Dios y aún así, decide no hacerle caso a sus órdenes. Se le ordena ir al punto “b” pero decide irse al punto “c”. Toma un barco para hacer su voluntad y alejarse del punto a donde le ha enviado el Señor, a Nínive. Y resulta que el barco empieza a tener problemas.

Se levanta una tormenta espantosa que obliga a los marineros a tirar al mar su comida, sus enseres y aparejos del barco con tal de salvarlo. Cuantos padres tiran a la basura comida que se descompone, aparatos electrodomésticos que se queman, bienes que se arruinan porque el “Jonás” de la casa está causando desajustes espirituales.  Los marineros de la historia de Jonás están perdiendo el control no solo de sus vidas sino también sus propiedades.

Y todos, como son gentiles, cada uno tiene su dios a quién rezar. Empiezan a hacerlo pero lógicamente no tienen respuesta. El capitán también ya está con los pelos de punta y empieza a pasar lista de todos los que compraron boletos para abordar el barco. Pasa revista y falta un pasajero. Lo busca con linterna y lo encuentra bien dormidito en el fondo del barco. Jonás duerme como quien no debe nada mientras allá arriba, en cubierta, todo es caos y miedo.  ¿Le parece conocido este acto?  Su hijito duerme la mona después de haber pasado toda la noche con sus amigos tomando cerveza y licor y mientras la mamá hace milagros con los pocos frijoles que hay en la refri, él duerme tranquilo en su cuchitril.  Eso es lo que vemos en Jonás.

Y aquí está el motivo de mi escrito: Un hombre pagano, incrédulo sobre el Dios Verdadero, un hombre pragmático que seguramente no cree en nada, le dice a Jonás que clame a su Dios. Ha visto a los marineros que ofrecen rezos, se pegan, se golpean y se laceran con tal de lograr que sus dioses les respondan y calmen la tormenta, pero nada. Esos dioses no tienen el poder de hacerlo.  Y Jonás declara entones quien es su Dios: El creador del mar y la tierra. Y la solución es simple: Tírenme al mar y se calmará. Echenme de la casa y todo se arregla. Desaganse de mí y tendrán la paz que necesitan.  Borre ese contacto de su celular y ya no pecará más. Olvide esa relación tóxica y volverá a tener salud. Quite ese programa de media noche y podrá dormir tranquilo. Deje los cigarrillos y tendrá salud. Obedezca al Señor y todo le saldrá bien.

Un capitán incrédulo, un hombre de mundo, un vecino que no cree en nada, busca al cristiano de la cuadra para que ore por él. Que interceda por su casa o por su barco. Una mujer malcriada y malhablada le pide a la hermanita que vive en la colonia que interceda ante su Dios por ella. Pero está muy dormida. No está preparada para hacerlo. Mientras los ladrones se han adueñado de la colonia, Jonás está muy tranquilo durmiendo el sueño de los religiosos.

¿No cree que es vergonzoso lo que hace Jonás? Alguien dirá sí, claro que si. Pero, ¿y nosotros?

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