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viernes, noviembre 22, 2024

Y vendrán terremotos… ¡antes del fin!

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El título puede atraer la atención de los que buscan señales y anuncios de catástrofes para decir que el mundo se acaba. Como decía mi abuela: vivirá mil y más, pero al 2000 no llegarás… y eso lo anunciaba en los 60s de antiguo siglo 20.

Bueno, los mayas, también se atrevieron a indicar el fin en el 2012. Y qué vamos a decir las sectas, como los Testigos de Jehová que tuvieron que cambiar su fecha de acabo de mundo (o de la batalla de Armagedón, que parecía su caballo de batalla), porque sus líderes, simplemente no tenían tanta inspiración, parece.

Todo esto, porque los dos terremotos de Haití (2010 y 2021), que han dejado miles de muertos y millones de dólares en pérdidas materiales, sirven ahora como una especie de espejo que reflejan algunos castigos, como lo puso el televangelista Pat Roberson: Haití recibiendo su castigo por su pacto con el diablo…

Pero no. Pongamos ahora una nota de racionalidad ante los terremotos que afectan a muchos países. Primero, culpemos por la destrucción a las díscolas placas tectónicas que se mueven y acomodan, todo esto a unos 600 kilómetros de profundidad, desplazando material sólido que produce los temblores y terremotos. (Y eso sin contar la actividad volcánica, que trae su propia estela de destrucción).

Aquellos países que se asientan sobre las llamadas placas tectónicas (placa tectónica es una manera de exponer las características de la superficie de la Tierra en el planeta, sus cambios y movimientos), tiene la única opción de construir viviendas y edificios con la llamada tecnología antisísmica, para prevenir daño a las personas y la destrucción de edificios. Japón, Chile y otros países son pioneros en este tipo de construcción.

Lamentablemente, Haití no ha tenido ese privilegio y no se ha beneficiado de esa tecnología y a eso podrían deberse tantas muertes, heridos y derrumbes de casas y edificios. Los terremotos pueden medirse en distintas escalas, pero lo que mejor medimos son la cantidad de muertos y heridos que un fenómeno como esos puede ocasionar.

Desde que se anunciaron los terremotos como señales del fin del mundo, probablemente han ocurrido cientos de ellos, y el planeta no se destruyó. Y las religiones -algunas de ellas de oscuros orígenes y más oscuros manejos internos- parecieran haber fracasado en señalar fechas y eventos que aceleren el final.

Mejor harían los profetas de calamidades modernos y sus contrapartes, los televangelistas, en anunciar grandes campañas financieras para ir en ayuda de los que sufren y se duelen en sus pérdidas sin ver una mano solidaria. Porque en el cristianismo se advierte que aquel que no hace el bien que debe hacer, le es pecado.

(guillermo.serrano@ideasyvoces.com) Lunes 23 de agosto, 2021.

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