Proverbios 27:23 “Sé diligente en conocer el estado de tus ovejas, Y mira con cuidado por tus rebaños”
«Asegúrate de saber cómo están tus rebaños; cuida mucho de tus ovejas »
¿Que es lo que enoja tanto a las personas que van a la Iglesia y el pastor se interesa por ellas? Bueno, hay dos respuestas: Si se preocupa porque no les falte comida, provisión, paz en su matrimonio, educación de sus hijos y que se les ayude a pagar sus compromisos financieros, no hay problema.
Pero cuando el pastor se empieza a meter en sus intimidades, a preguntarles por qué no llegaron el domingo pasado, por qué mira rara a su esposa, por qué sus hijos no están sirviendo al Señor, cuando empiezan las correcciones, cuando el pastor empieza con esas preguntas ya no les gusta. Es decir, “métanse en mis necesidades financieras, pero no se metan en mis asuntos íntimos”. Es cuando se van a otro lugar en donde no les conozcan.
Hay un axioma entre los evangélicos: Cuando el mensaje de la Palabra les gusta y les provee consuelo y les da respuestas, dicen: Dios me habló. Pero cuando el mensaje es duro, cuando se convierte en bisturí que corta hasta dentro del alma, la expresión cambia a: Me tiraron.
Eso se ve y se escucha en la mayoría de congregaciones. Porque se olvidan del mandamiento que el Señor le ha dado a sus pastores: Cuiden bien a su rebaño, vean como están, observen como se están comportando, corrijan cuando sea necesario y consuele cuando sea el tiempo.
Todo comerciante sabio cada tanto realiza un inventario, cuando hace las cuentas, evalúa lo que tiene en la mano y determina si su negocio prospera o declina. Todo hombre que es sabio en el Reino de los cielos clamará: «Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón, y a menudo apartará un tiempo especial para examinarse a sí mismo a fin de saber si las cosas entre Dios y su alma están bien.
El Dios a quien adoramos es un gran escudriñador del corazón, y desde siempre sus siervos lo conocían como: «Yo, el Señor, sondeo el corazón y examino los pensamientos» (Jer_17:10).
Permíteme que te estimule, en su nombre, a hacer una investigación diligente y una prueba seria de tu estado, no vaya a ser que no alcances el prometido descanso. Eso que hace todo hombre sabio, eso que Dios mismo hace con todos nosotros, es lo que te exhorto a que realices contigo esta noche. Que el santo más anciano examine detalladamente los fundamentos de su piedad, pues las cabelleras grises pueden esconder corazones negros. Y que el joven no desprecie la palabra de advertencia, pues el verdor de la juventud puede unirse a la podredumbre de la hipocresía.
El enemigo sigue aun sembrando cizaña entre el trigo. Mi objetivo no es introducir dudas y temores en tu mente, sino desear que el viento fuerte del examen de conciencia ayude a sacarlas. No es a la seguridad, sino a la seguridad carnal a la que deberíamos dar muerte; no a la confianza, sino a la confianza carnal a la que deberíamos derrocar; no a la paz, sino a la falsa paz a la que deberíamos destruir. Por la preciosa sangre de Cristo, que no fue derramada para volverte un hipócrita sino para que las almas sinceras puedan proclamar su alabanza, te suplico, escudriña y observa, no vaya a ser que se diga de ti: «Mene, Mene, Téquel. Su Majestad ha sido puesto en la balanza, y no pesa lo que debería pesar» (Dan_5:27).
Entonces, les guste o no, los pastores tenemos la obligación de ver como está el estado de nuestro rebaño. Es por eso que es peligroso robar ovejas a otro pastor, porque a cada uno el Señor nos ha encargado de un número apropiado a nuestras capacidades.
No importa si su congregación es grande. Grandes serán sus problemas. Pero si el Señor le ha dado una congregación pequeña, usted tampoco se salva, porque como dice al refrán: Pueblo chico, infierno grande.