Marcos 5:1 “Y llegaron al otro lado del mar…”
Bueno, para dejar de ser algo místicos y hacerle creer a los demás que todo está bien, voy a escribir sobre las tormentas que llegan a nuestra vida.
Hoy es 30 de Agosto. Mañana es el último día del mes. Tiene un significado profundo porque es el día de pago de las facturas, la casa que rentamos, los gastos que hemos acumulado en la tarjeta de crédito y otras cosas.
Pasar de un mes al otro no es fácil. Especialmente para aquellos que vivimos por fe y no por vista. De aquellos que no tenemos un sueldo fijo que salve por lo menos, unos cuantos gastos. No, para nosotros, los que vivimos de la Absoluta Mano del Señor, las cosas son distintas.
Pasar de un mes al otro es bastante difícil porque Dios nunca actúa de la misma manera. Siempre nos pone en situaciones sorpresivas que nos mueven nuestra alfombra de comodidad y nos hamaquea como la barca de los discípulos cuando iban en medio del mar.
Jesus les dijo: Pasemos al otro lado. Iban a Gadara en donde había gentes que necesitaban conocer la salvación que Jesus ofrece. Claro, si comparamos el viaje como lo empezamos nosotros al principio del mes, todo era sonrisas, chistes, una que otra cana tirada al aire, bromas entre ellos y mucho relajo.
Pero de pronto, en medio de ese mar que aparentemente estaba en calma, se levantó una tormenta. Jesus lógicamente iba con ellos pero estaba durmiendo. Así que para él solo era un susurro del cielo que su Padre le estaba enviando desde su Trono. Pero no para sus alumnos. Para ellos la cosa se estaba poniendo difícil. El agua empezaba a llenar su barca. Los mareos empezaban a hacer mella en sus estómagos. La lluvia torrencial les mojaba no solo sus cabezas pero también sus almas.
La tormenta se puso realmente fea. Y aquellos hombres, viejos lobos de mar no sabían qué hacer en ese caso. Empezaron a temblar. El estómago les empezó a doler. Los nervios atacaron sus sistemas nerviosos. La vista se les empezó a nublar. Perdieron el apetito y el sueño. La angustia tomó posesión de sus vidas. El pulso les temblaba y la fe se les cayó hasta el fondo de la barca.
¿Que era todo ese cúmulo de situaciones? ¡Ah! era fin de mes. Y el cheque no alcanza. Hay que discriminar entre un pago y el otro. O pagamos el colegio y nos quedamos sin luz o viceversa. O pagamos la casa y nos quedamos sin comida o que vamos a hacer. La barca empieza a amenazar con naufragar. Vienen pensamientos a la mente que nos ponen en peligro. ¿Me voy mojado al norte a buscar el sustento para mis hijos? ¿Abandono el trabajo y me busco otro mejor pagado? ¿Voy al banco a pedir prestado aunque sé que ya topé mi crédito? ¿Busco a mis suegros para que otra vez me echen una mano aguantando la vergüenza de tener que pedirles otra vez?
La barca, mis amigos, se está hundiendo. El mar está picado. Las olas se levantan y nos oscurecen el horizonte. Y Jesus está bien dormido. Para él no hay problema porque es Dios. El problema es para nosotros.
Mañana es 31 y no sabemos como vamos a pasar al mes de Septiembre. Al otro lado. Y no hay vuelta atrás porque ya nos subimos a la barca y no nos queda más que aguantar a que Jesus despierte y haga algo.
Pero olvidaron algo: Jesus dijo unas palabras que sellan todo el asunto. Fueron: Pasemos al otro lado. Con o sin tormenta, vamos a llegar. Gadara nos espera y ese es el punto final de nuestro destino por hoy. Ya mañana veremos a donde vamos. Pero por hoy, pasemos al otro mes. Pasemos a Septiembre y veremos qué pasa en el ínterin. La tormenta no tiene por qué detenernos. En Gadara hay un hombre que espera por un milagro y tenemos que llegar. Y llegaron al otro lado…
Así que quizá usted que me lee esté pensando igual que yo. Porque yo tampoco sé como le vamos a hacer, pero aunque la tormenta me amenace, sé que el Señor Jesus va a mi lado y no me dejará sin ningún pago pendiente. ¿Como va a calmar estos vientos tan fuertes? No lo sé. Lo que sí sé es que ya lo hizo una vez y lo volverá a hacer. Él prometió nunca dejarnos.
Fin de la historia.