Lucas 8:37 “Entonces toda la gente de la región alrededor de los gadarenos le pidió a Jesús que se alejara de ellos…”
Si, es increíble como pueden haber personas que no quieren ser sanos. Por ejemplo.
Prefieren las grandes comilonas a pesar de todo lo que saben con respecto al colesterol alto, a los triglicéridos que provocan enfermedades del corazón. Pero no toman precauciones a la hora de escoger qué comen. Personas que prefieren un litro de Coca Cola antes de tomar agua pura sabiendo el riesgo que tienen de dañar sus riñones que recibe esa cantidad de colorantes y que tiene que blanquear el líquido quedando taponados sufriendo daños irreversibles.
Hay personas así. Gentes que se emborrachan sabiendo que su hígado sufrirá algún día de cirrosis y que eso les provocará la muerte por daños renales.
Pero no se les puede evitar el sufrimiento. Porque es algo que ellos escogieron desde siempre. Fumadores empedernidos. Iracundos al grado de hacerle daño a sus seres queridos. Patanes que lastiman el alma de sus esposas e hijos.
Me viene esto a la mente porque un día, en una aldea llamada Gadara (eso está en la Biblia por si no lo ha leído), llego Jesus con sus alumnos. Han pasado una noche de tormenta en el mar y Jesus aprovechó para tomarse una siesta mientras sus amigos la pasaban negra, no solo por la oscuridad de la noche sino por la tormenta que les cayó encima.
Así que a la mañana siguiente desembarcan en la orilla de la aldea y con lo primero que se encuentran es con hombre desgarrado de la piel, sucio, maloliente, echando espuma por la boca, ojos desorbitados y un rictus de odio en sus gestos. Un caso de posesión demoníaca a todas luces.
Seguramente los discípulos pegan el brinco cuando lo ven aparecer de pronto. Llegó pegando alaridos y asustando a todos, sí, a todos, menos a Jesus. Porque resulta que Jesus a eso había llegado: A libertar a ese cautivo por los demonios. Él sabía que en ese lugar había un esposo atrapado en las drogas, en el vicio, atado a pasiones bajas y degradantes. Había un padre de familia durmiendo entre las tumbas del cementerio y comiendo las sobras que alguien le tiraba por lástima.
Jesus lo sabía y era necesario “pasar al otro lado” como les dijo a sus amigos. Pero no era un paseo tipo fiesta de bodas como en Caná. No, era otro tipo de fiesta. Era la fiesta de los demonios que gozaban viendo a este esperpento de hombre degradado a la máxima potencia. Era el gadareno. Famoso en su aldea por su aspecto tenebroso. Famoso entre los hombres que habían sido sus compañeros de trabajo y de vicios. Famoso en el infierno porque era un buen mensajero del trabajo del diablo en aquellos que lo escogen como su amo.
Así que ahora tenemos al gadareno postrado ante Jesus haciendo preguntas. Y Jesus, como buen rabino, responde también con preguntas: ¿Como te llamas? ¿Será que Jesus no lo sabe todo entonces? ¿Por qué le pregunta el nombre si Jesus es Dios y Dios es Omnisapiente? Ah, la respuesta es sencilla: Jesus quiere que los alumnos aprendan una cosa. Que un demonio trae otro y otro y otro hasta que llegan a ser legión. O sea que el interior de este hombre que una vez fue un caballero culto y educado, ahora es una piltrafa humana que hospeda a dos mil demonios.
Bueno. Lo que realmente llama la atención no solo es lo que Jesus hace con aquel hombre. Primero le devuelve su identidad. Echa fuera a los diablos y el hombre recupera su valor, su hombría y su verdadera naturaleza humana. Ahora está sentado, en su cabal juicio y con los ojos puestos en Jesus, su Salvador personal. ¿Que pasó con los demonios? Se metieron en unos cerdos que no soportaron la presión demoníaca y prefirieron tirarse al mar antes que vivir endemoniados. Bueno, los cerdos fueron más inteligentes que el ser humano, ¿verdad?
Sin embargo, la fiesta se opaca cuando llegan los dueños de los cerdos. Cuando vieron que su industria estaba a punto de colapsar, cuando vieron que su negocio se estaba yendo a la bancarrota por culpa de lo que Jesus hizo en su vecino que ahora está sano y salvo, le piden lo inconcebible: Que se vaya de su aldea. Que por favor se aleje de ellos porque no estaban interesados en ser libres de sus demonios si eso significaba pérdida financiera.
Es decir: Solo había un camino a seguir. O Jesus sigue echando fuera demonios y que los cerdos se vayan todos al mar y que la gente quede liberada, o que ellos sigan siendo oprimidos por el diablo pero llenos de dinero. Ahí se cumple lo que dice la Escritura: El amor al dinero es la raíz de todos los males. Los gadarenos amaban más sus demonios en forma de dinero antes que amar la libertad que Jesus les pudo ofrecer.
¿Y usted que ha escogido entonces?