El título este parece superficial, dado los problemas que afrontamos en todos los países y de toda índole. Sí. Cuestiones de la política, el siempre dilema económico que deben barajar los hogares y mayormente las dueñas de casa con una inflación que no cesa. Y qué vamos a decir de la inseguridad, los robos, los asaltos con su secuela de crímenes, algunos horrendos.
Y nos aparecemos nosotros, hoy, sugiriendo la necesidad de contar con James Bond. Ése, valiente, con tecnologías puestas a su servicio para deshacer los entuertos que amenazan la supervivencia del mismo planeta.
Es que, y con la aparición en cines de la última película del súper agente, caracterizado por Daniel Craig, se ha desatado la polémica sobre cual James Bond es el mejor. Y en la lista están Sean Connery (quien falleció recientemente), Roger Moore. Hay dos o tres más que no recordamos ahora.
Lo concreto, es que cuando esta semana aparece en cartelera el último filme protagonizado por Daniel Craig “No tiempo para morir” (No Time to Die), nos encontramos con la pregunta de Chespirito: “¿Y ahora quien podrá salvarnos?”
Porque a fin de cuentas, la serie escrita o inspirada en las novelas del autor británico Ian Fleming nos presenta un mundo lleno de villanos y una especie de debilidad de la sociedad para enfrentarlos.
Es por eso que aparece él, el Agente 007 con licencia para matar. Y nosotros, espectadores impávidos y a la vez participantes instintivos en las películas que buscan restablecer el sentido de equilibrio en un mundo que pareciera carecer de él.
¿Estamos los seres humanos tan debilitados física y moralmente que no podemos hacer frente al mal por nosotros mismos? ¿Somos una especie de marionetas sin columna vertebral dispuestos a morir porque no tenemos más remedio?
No deja de ser curioso que en la vida real no existan los súper héroes o seres dotados con poderes que nos puedan sacar de los embrollos que nosotros mismo nos hayamos metido. Más bien, pareciera que se cumple una vieja sentencia, de un libro antiguo que nos pone en la encrucijada, cuando afirma: “hoy deben elegir qué prefieren. ¿Quieren que les vaya bien, o quieren que les vaya mal? ¿Quieren tener vida, o prefieren la muerte?”
Y pareciera ser que casi siempre los seres humanos optamos por caminos equivocados eligiendo personas tóxicas para una relación sentimental, líderes corruptos para que dirijan los destinos del país, guías espirituales con pies de barro para darnos consejos que ellos no están dispuestos a seguir. Y así podríamos seguir con muchas decisiones equivocadas que le dan la razón al texto antiguo citado.
Entonces, y, cuando nos damos cuenta que no vemos la salida, invocamos a un agente secreto que nos ayude y que no vendrá, porque tal personaje es de ficción. Pero no nos equivoquemos: la ficción en la literatura y en el cine es un buen elemento de escape y de entretenimiento. Y podemos seguir disfrutando de todo lo que nos ofrezcan las mentes creativas de escritores y cineastas.
La cuestión está en saber diferenciar cuando la ficción llega a su término y donde comienza la realidad para emitir juicios y tomar las mejores decisiones para nuestras vidas y la de aquellos que dependen de nosotros.
(guillermo.serrano@ideasyvoces.com)