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lunes, noviembre 25, 2024

¿Así lo entregas?

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Lucas 22:48 (LBLA) Pero Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?

Yo creo que esto que van a leer le va a hacer cosquillas a más de algún evangélico que anda con medias tintas.

Y es que la Iglesia evangélica, como todos ya sabemos, no anda muy bien que digamos.  En estos últimos años ha rebajado sus estándares cristianos.  Se ha vuelto más comercial que otra cosa. Lo podemos ver y escuchar cuando promueven sus grandes o elegantes templos. Ninguno de ellos ofrece una buena Palabra de Dios ni un mover del Espíritu Santo que limpie los corazones y que las vidas de los que asisten a sus cultos sean realmente transformados como testimonio a los incrédulos.  Es decir, la Iglesia evangélica ha perdido la sal y ha dejado de ser luz para el mundo.

La sal ya ha perdido su sabor y la luz se ha escondido en las cuatro paredes del templo.

“Venga a reunirse con nosotros -dicen-, le ofrecemos una hermosa sala cuna para sus hijos pequeños, libres de Covid, un parqueo techado para tantos vehículos como usted tenga, una buena y surtida cafetería para que coma bien y esté satisfecho con nuestros platillos cocinados por nuestros chefs profesionales. Ah, y tenemos aire acondicionado para que no sude en el culto…

¿El mensaje? No se preocupe, le prometemos que más de media hora usted no tendrá que soportar escuchar lo que el señor, pero el señor pastor, le va a predicar. Usted edificará su vida como a usted le gusta. Y si quiere conocer más, le regalaremos una beca de un año para que estudie en nuestra universidad adjunta a nuestro local”

¿Que tal?

¿Quien, con cuatro dedos de frente no querrá congregarse en una iglesia así? Un buen lugar donde cuiden a sus hijos sin temor al contagio, atendido por bellas maestras de escuela dominical.  Cómodas sillas tapizadas con colores que inviten a la meditación, diaconisas bien vestidas y diáconos amables que si no quiere dejar mucha ofrenda, le llevarán el vuelto de su billete para tranquilizar su conciencia. 

Es decir, la iglesia se ha convertido en agradar al hombre antes que agradar al Señor que la fundó para que se predicara su Reino.  La iglesia fue hecha para que se le hable a la gente de su pecado, que se le permita al Espíritu Santo señalar a aquellos que le pegan a la esposa, a aquellas mujeres que cansadas de tanto atender el hogar necesitan una aventura con alguien que no sea el esposo para desahogar sus impulsos insatisfechos, es decir, hablarle claro que está en adulterio.

La Iglesia fue puesta por Dios para cobijar a los enfermos pero para que se sanen, no para que sigan enfermos a causa de tanto fumar, enfermos de baja moral a causa de sus conductas reprochables, enfermos de fornicación, enfermos de su boca por hablar palabras profanas como si nunca hubieran conocido al Señor Jesus.

La Iglesia, mis amigos, es el lugar donde deben congregarse los que necesitan además de la salvación, también un cambio de conducta, un cambio de visión y ser transformados a la Imagen y Semejanza del Dios que envió a su Hijo a morir en la cruz por nosotros.

La Iglesia de Cristo no es una corporación para que venda sus productos ni sus franquicias. La Iglesia es el hospital en donde se deben sanar los que padecen enfermedades no solo físicas pero también espirituales. Es donde se debe corregir la mala conducta, cambiar los paradigmas que se traen de la religión en la que crecimos.  Es el lugar en donde nos debemos congregar para rendir cuentas a otros hermanos y no salir corriendo cuando el pastor dice que cerremos los ojos que vamos a orar.

Es por eso que al igual que Judas iscariote, hemos vendido al Señor no por treinta monedas de plata sino por hacer concesiones de su Cuerpo. Lo hemos vendido por predicar lo que la gene quiere escuchar y no la Verdad de la Palabra. Lo hemos vendido cuando atraemos a la gente al templo pero para llenar sillas y no para llenar sus corazones de la presencia del Espíritu Santo.  Lo hemos vendido cuando ponemos grupos musicales para que la gente se alegre y sienta correr por sus venas los ritmos del reggae o de la cumbia.

Lo hemos vendido por un plato de lentejas, haciendo que la gente se reúna para dejar su dinero y salga del templo con la conciencia limpia pero con el corazón sucio.  Lo vendemos cada domingo cuando promocionamos la rifa de una moto con el pretexto de construir otra aula para sus hijos, cosa que nunca se hace pero nos quedamos con el dinero.

Judas vendió a Jesus por treinta monedas de plata que de nada le sirvieron sino para comprar un lazo y ahorcarse por la culpa. Nosotros no compramos lazos pero sí compramos conciencias para sentirnos orgullosos de tener un megatemplo lleno de gente, aunque vacío de la Presencia del Señor.  Recordemos la frase: “Yo estoy a la puerta y llamo…”

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