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jueves, noviembre 21, 2024

Defender a la policía con armas pesadas

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Sucedió en la vida real. Un joven de 17 años sale a la calle con una metralleta o fusil de repetición -como ustedes quieran llamarle- ante una noche de disturbios sociales en una ciudad en el estado norteño de Wisconsin, Estados Unidos, para “ayudar a restablecer el orden y de paso darle una mano a la policía”.

Las consecuencias de tal “ayuda” son dos personas muertas y algunos heridos, pero no el joven Kyle Rittenhouse, quien llorosamente, decide testificar en su defensa para decir que en algún momento “temió por su vida”.

Y el jurado lo absuelve, porque el juez de turno les instruye para que miren la situación a través de los ojos del joven, que en el momento crucial “se sintió amenazado”.

¿Podemos los ciudadanos comunes armarnos y salir a la calle a “ayudar” a la policía ante protestas -que pueden ser violentas- y de paso disparar e incluso matar a quien se nos ponga por delante si se nos amenaza?

Esta cuestión, creo que se volverá a presentar en el futuro y no solo en los Estados Unidos, sino en todos los países cuando la paz ciudadana se vea amenazada. Porque ante el aparente romanticismo o idealismo de la juventud puede esconderse el afán de imitar lo que se ve en los Rambos, fusileros escogidos o héroes que la ficción de cine, TV o video juegos nos presentan todos los días.

Hay otras cosas que considerar cuando decidimos que hay que armarse. ¿Autodefensa? ¿Defender a los nuestros o al desvalido ante el ataque de delincuentes? ¿Derecho a “tirar” a matar si es necesario? ¿Cuántos tiros o balazos…?

Y está la otra, la cuestión moral: ¿la vida, toda ella, la nuestra y la de los demás tiene algún valor? ¿Se la puede entregar o tomar cuando lo decidamos?

Alguien dijo que deberíamos amarnos los unos a los otros. Eso, claro, fue mucho antes de Kyle Rittenhouse y de su pobre decisión.

Fue Cantinflas, sí, el cómico mejicano quien en su discurso de la película suya “Su Excelencia” lo dijo mejor que yo podría decirlo: “Y qué fácil sería, señores, lograr ese mundo mejor en que todos los hombres blancos, negros, amarillos y cobrizos, ricos y pobres pudiésemos vivir como hermanos. Si no fuéramos tan ciegos, tan obcecados, tan orgullosos, si tan sólo rigiéramos nuestras vidas por las sublimes palabras que hace dos mil años dijo aquel humilde carpintero de Galilea, sencillo, descalzo, sin frac ni condecoraciones: “Amaos… amaos los unos a los otros”, pero desgraciadamente ustedes entendieron mal, confundieron los términos, ¿y qué es lo que han hecho?, ¿qué es lo que hacen?: “Armaos los unos contra los otros”.

(gullermo.serrano@ideasyvoces.com)

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