Salmo 103:4
“El que rescata del hoyo tu vida,
El que te corona de favores y misericordias.”
Quizás te hayas encontrado en situaciones en las cuáles los problemas te pueden ahogar y sientes que no hay esperanza y que nadie te puede ayudar. En esos momentos tus problemas son como olas gigantes incontrolables, que vienen encima de ti, una y otra vez. Tu corazón late con fuerza, florece el vació espiritual y te inunda el más completo desánimo. ¿Te has encontrado así? Yo sí…
Problemas hay de diversa índole, te cito algunos:
- Familiares: un hijo rebelde, infidelidad matrimonial, conflictos familiares.
- Económicos: Embargo de vivienda o de salario, desempleo.
- Espirituales: Alejamiento de Dios, pérdida del temor de Dios, apatía hacia la iglesia.
- Salud: Enfermedades crónica o terminales. Dolencias permanentes. Limitaciones físicas.
- Legales: demandas, denuncias, órdenes de captura, etc.
Estas circunstancias que inevitablemente en la vida se te pueden presentar, pueden llevarte a una oscura situación y forzarte a hacerte cuestionamientos, tales como: ¿Qué será de mí?, ¿Qué estoy haciendo mal?, ¿Qué pasará ahora?, ¿Qué puedo hacer para remediarlo?, etc.
Existe una pregunta relevante, que debes hacerte: ¿Quién podrá ayudarme en esta difícil situación? Para todos estos problemas ten por seguro que ¡Dios es la única solución!
Cuando no conoces al Padre Eterno como tu refugio, como tu mayor confidente, cuando insistes en luchar en tus propias fuerzas, las cosas pueden empeorar y tú podrías tomar malas decisiones, que te pueden traer severas consecuencias. Pero cuando en esas situaciones reconoces y crees que Dios es Todopoderoso, que Su poder es absoluto, que tiene autoridad sobre todas las situaciones de tu vida, que Él puede hacer cualquier cosa posible y puede transformar tus circunstancias, es entonces cuando comienza nuestra victoria sobre los problemas.
Jeremías 32:17 (NVI)
“¡Ah, Señor mi Dios! Tú, con tu gran fuerza y tu brazo poderoso,
has hecho los cielos y la tierra.
Para ti no hay nada imposible.”
Cada vez que los problemas llegan a mi vida, me voy a la soledad de mi habitación, le pido a Dios perdón por mis pecados, que escudriñe mi ser interior, que revele lo que de mí no le agrada y que me otorgue Su misericordia. Derramo mi mente y corazón ante Él. Me declaro incapaz y lo busco en espíritu y en verdad. Me acerco en una actitud suplicante, pidiendo la intervención de Su Espíritu Santo, para que guíe mis pasos, para que abra o cierre puertas de forma sobrenatural y que haga un milagro en mi vida, siempre de acuerdo con Su voluntad y en Su tiempo.
Josué 3:5
“Y Josué dijo al pueblo: Santificaos, porque Jehová
hará mañana maravillas entre vosotros.”