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lunes, noviembre 25, 2024

¡Feliz Año Nuevo…!

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1 Samuel 30:1-2 “Y aconteció que cuando David y sus hombres llegaron a Siclag al tercer día, los amalecitas habían hecho una incursión en el Neguev y contra Siclag, y habían asolado a Siclag y la habían incendiado; y se llevaron cautivas las mujeres y a todos los que estaban en ella, grandes y pequeños, sin dar muerte a nadie; se los llevaron y siguieron su camino”

¡Ufff! Se acabó el año. Esperamos que también se haya acabado la pandemia. La cuarentena. El Ómnicrom, las deudas, la mala conducta del hijo rebelde, la infidelidad del esposo mañoso, la violencia callejera y las maras.

Sí, eso esperamos muchos. Anoche muchos se reunieron en familia para esperar la llegada del año nuevo 2022 con esperanzas, con fe y con muchos deseos de que todo sea diferente.  Que al fin puedan hacer el viaje a USA que tanto han planeado pero que no se pudo hacer por tanto papeleo. O hubo alguien que espera que llegue su pareja tanto tiempo esperada, que al fin pueda lucir en su dedo el anillo de compromiso.  Quizá hubo alguien que deseó alcanzar otro nivel espiritual para agradar al Señor con un compromiso más elevado.

En fin, los deseos no faltaron. Incluso, paganismo aparte, quizá hubo alguien que se comió las doce uvas a las doce para pedir un deseo para cada mes.  Pero lo que no faltaron fueron las risas, los abrazos, una que otra lágrima de emoción y uno que otro beso robado a la muchacha en escondidas de sus padres y del cuñado.

Todo transcurrió entre la salsa del pavo y los panes que abundaron, gracias al Señor.

Pero…

Y que conste, no quiero ser un aguafiestas ni arruinarles sus buenos deseos, mis queridos lectores, pero fíjense que en una película que no vi pero leí el libro, uno de los protagonistas que ha quedado náufrago en una playa dice unas palabras que me vienen a la mente: “¡quien sabe qué traerá la marea mañana…!

Eso es lo que no se esperaban David y sus hombres cuando regresan de una batalla.  Samuel lo cuenta con lujo de detalles.  Llegan contentos, agradecidos con el Señor porque les ha librado de sus enemigos.  Llegan cansados y hambrientos, esperando que sus niños les salgan a recibir como héroes y victoriosos y que sus esposas les preparen un buen filete de carne para reponer fuerzas.

Pero no sucedió nada de eso. Su campamento estaba humeando, todo destruido, sus niños y sus mujeres estaban ausentes, todos habían sido llevados cautivos.  Nadie les salió a recibir, ninguna mujer les cocinó nada y en vez de risas y alegrías, cuando llegaron a su campamento en Siclag, lo que hubo fueron lágrimas, lloro y tristeza.

Y David estaba entre ellos. Atónito, sorprendido, furioso, triste y dolorido. No era lo que se esperaban. No era con lo que soñaban cuando iban en camino a su reunión familiar.  No era lo que habían planeado para cuando llegaran al encuentro de sus familias.

Como sucederá con muchos de los que anoche estuvieron celebrando entre risas, confetis, tamales y panes con pavo.  Es lo mismo quizá que sucederá con algunos que hicieron planes de una buena proyección para el año venidero, para cuando llegaran al encuentro de cada mes de su calendario.

Espero que no se angustien, pero quizá alguien no proyectó que podría haber desempleo. O quizá otra cuarentena. O que su empresa quebraría y dejaría en la pobreza a unas cuantas familias incluyendo la suya propia.

Que no le iban a dar la visa para viajar y que perdió el boleto que compró al crédito por fe. Que regresaron a su familiar los de la Migra porque al fin lo encontraron sin papeles y se acabaron las remesas.

¿Que hizo David en aquellos momentos en que la tragedia no esperada se encontró en su vértice del camino? Lloró. Gritó. Se tiró al suelo y se lamentó. Pero no se quedó allí: 1 Samuel 30:8 “Y David consultó al SEÑOR…” En momentos de angustia, de dolor e incertidumbre, lo único que nos quedará en cualquiera de los doce meses venideros, será consultar con el Señor. No con el Presidente. Ni con el pastor. Es consultar con el Señor qué debemos hacer.

Esta es la clave que tenemos que tener presente por si las cosas no salen como las planeamos anoche. Como decimos en Guatemala: Por si las moscas…

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