Mateo 25:26 “Pero su señor respondió, y le dijo: «Siervo malo y perezoso…”
Tres hombres favorecidos por un hacendado. Ellos no tenían ningún privilegio especial, fue la pura bondad del potentado escogerlos entre todos sus empleados para entregarles una parte de su fortuna.
No la recibieron por sus capacidades porque no tenían ninguna que valiera la pena. No fueron escogidos por inteligentes ni por sabios, no, fueron escogidos por la pura Gracia y Misericordia del hacendado.
Dos de ellos respondieron a la confianza que se depositó en sus manos con una buena acción: pusieron la fortuna del hombre a trabajar y cuando se les pidieron cuentas, entregaron lo que no era suyo, lo que no les pertenecía y dieron un excelente reporte a su verdadero dueño. Se ganaron el aplauso y la admiración del señor.
Pero hubo un tercero que tuvo miedo. Tuvo miedo de poner a trabajar el dinero del hacendado y que ganara intereses para entregar una buena noticia al final. Este tercero era mediocre, miedoso, pusilánime. Lo que hizo asombró al mismo dueño de la fortuna. Lo enterró bajo tierra y dejó que el dinero no rindiera ningún fruto.
Lo peor de todo, es que esa mediocre acción se la achacó al dueño del dinero. “Mateo 25:24-25 “Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste, y tuve miedo…” O sea que culpa al dueño por su mala acción. La verdad de la verdad es que ese hombre era un cobarde con las cosas que se le confiaban. Tuvo miedo de quedarse sin nada que entregar de vuelta. Tuvo miedo de invertir el dinero en buenas acciones, en obras de caridad, en saciar el hambre de algún necesitado. Cuántos enfermos pudo haber ayudado a sanar sus heridas, cuantos niños pudieron haber comido con una ofrenda, cuántas viudas pudieron haber alimentado a sus hijos si tan solo este cobarde hubiera dado un poco de lo que le confiaron.
Pero no. Tuvo miedo de gastarse en otros lo que no era suyo. Nadie glorificó al dueño de la hacienda porque un mediocre de sus empleados tuvo miedo de hacer multiplicar esa fortuna.
Así hay gente hoy en las iglesias cristianas. Incluyendo pastores. Gracias a Dios aún hay excepciones, pero son los pocos. La gran mayoría se contentan con dar un pequeño y liviano mensaje los domingos, se dedican a hacer reír a la gente para aliviarles sus problemas con promesas espurias pero a la hora de compartir sus bienes, cierran sus manos y dejan a muchas personas no solo con el corazón vacíos pero también con sus manos vacías.
Son los cristianos que al final de la jornada, cuando todos estemos frente al Tribunal de Cristo dando cuenta de lo que hicimos con el talento que nos confió, escucharemos estupefactos la sentencia: Siervo malo y perezoso.
Malo porque tomaste lo que era mío y lo enterraste en el fondo de tu corazón. Malo porque cerraste tus manos al necesitado. Malo porque cerraste tu boca y nunca dijiste una palabra de aliento a mi congregación. Malo porque te di el don de la profecía y lo enterraste en tu orgullo y soberbia.
Malo porque te conformaste con dar el diezmo y la ofrenda en cada culto, pero nunca diste un centavo más a nadie. Malo porque no compartiste mis bienes que bien pudieron traer más Gloria a mi nombre. Me robaste el privilegio de ser Glorificado en los labios de algún necesitado de algún milagro que tú bien pudiste haber hecho.
Y perezoso porque en vez de poner a trabajar mi dinero, lo enterraste porque no fuiste capaz de trabajar, de buscar qué mesa estaba sin pan. Perezoso porque en lugar de fatigarte en llevar un poco de aliento a algún desalentado, te quedaste viendo tu religión, observando tus ritos vacíos y sin valor, mientras alguien clamaba a mí por un favor y tú, por tu pereza, dejaste sin bendición a quien yo quería bendecir.
¿Fin de la historia? Mateo 25:30 “… al siervo inútil, echadlo en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes”
¿Seguiremos creyendo que Jesus es solo suavidad?