fbpx
lunes, noviembre 25, 2024

¿Quién te despojó?

- Publicidad -spot_img

Génesis 37:23  “…despojaron a José de su túnica…”

Bueno, la tendencia humana es echarle la culpa a otras personas por las cosas malas que nos suceden.

Que si mi papá no me pagó mis estudios.  Que por ser pobres no pude ir a la Universidad.  Que si no hubiera tenido tantos hermanos que cuidar me hubiera podido casar.

Estoy endeudado porque tuve que mantener a mi familia desde pequeño y nunca tuve dinero para mis necesidades.

Todos tienen la culpa, menos nosotros.

Porque no nos damos cuenta lo que dice la Palabra de Dios: Todo lo que sembramos cosecharemos.  Pero también dice que todo lo que nos sucede y nos ha sucedido resultará en un bien para nuestras vidas.

El asunto es averiguar quien o qué causó que nos despojaran de nuestra oportunidad de prosperar.  O de tener una vida espiritual sana delante del Señor.  Qué hice para que en mi congregación no me tomaran en cuenta para algún ministerio.  O que el esposo se fuera de la casa a buscar otro nido en donde lo trataran con más dignidad.

Preguntas sinceras, brutalmente sinceras que nos llevarán a descubrir más de alguna serendipia para nuestro beneficio íntimo y personal. Y eso nos llevará a otro nivel de crecimiento, de conocimiento de nosotros mismos y, por supuesto, de la Misericordia de Dios.

Eso le sucedió a José.  Desde pequeño fue vestido por su padre Jacob con túnicas especiales. Era el favorito del padre. Mientras sus hermanos pastoreaban ovejas o cuidaban los sembradíos, José se dedicaba a meditar, a soñar y a ver visiones.  Eso no era en sí tan malo.  Lo malo fue que les contó a sus hermanos los hermosos sueños que tenía durante sus tiempos de éxtasis. Eso despertó celos, envidia y enojo en contra de él.  Sus hermanos lo odiaban a causa del favoritismo que su papá le tenía, además de ser tan presumido con sus supuestos sueños de grandeza.  Su ropa lo decía todo. No era capaz de remangarse para levantar un apestoso cordero del fango porque se podía ensuciar el nene.

¿Qué hermano no se sentiría enojado por una actitud así?  José se granjeó el enojo y la ira de sus hermanos mayores. Así que, además de ser un presumido de primera mano, también era un chismoso porque le contaba a su papito las malacrianzas que sus hermanos tenían.  Y por causa de esos malos informes que le pasaba, les jalaban las orejas a cada rato.  Así que allí tenemos un génesis del volcán que se está formando en el ánimo de sus hermanos. 

Hasta que llegó la oportunidad que estaban esperando. Usted sabe la historia.  Traman una muerte ficticia, despojan a José de sus hermosas ropas, le bajan los humos de grandeza cuando lo tiran al pozo lleno de excrementos y basura, matan un cordero, manchan sus ropas con la sangre del animal y se lo llevan al padre con la explicación simple que fue devorado por un animal. Se acabó José. Se lo quitaron de encima. Sus ropas manchadas son un testimonio que ya no va a seguir molestando con sus impertinencias.

Y allí tenemos a José, perdón, a usted, despojado de su dignidad. Despojado de sus orgullo, petulancia y engreimiento. Allí tenemos a la nena con uñas pintadas y tatuaje en la espalda fracasando estrepitosamente en su matrimonio. Allí tenemos al hijo de papi sin poder encontrar un trabajo porque siempre le regalaron el grado a cambio de algunos dólares.

Despojados de todos y de todo.  Ah, pero a alguien hay que echarle la culpa. Y es cuando el Señor nos aclara el asunto:

No, no fueron tus hermanos.

Fueron tus acciones, la alta autoestima que te hizo contarles tus sueños, tus parusía, tus proyectos porque con eso despertaste su envidia, la maldad de su corazón, sus egoísmos.

Tus vestiduras no te las quitó tu esposa querido hermano, te las quitaste tú mismo cuando te fuiste a otra cama, cuando le diste a otra mujer los besos que eran de tu esposa.

Tus vestiduras, hermana, no te las quitó aquel hombre ingrato que se burló de ti, no, no fue ese ingrato, fueron tus acciones de confiar en él, de haberte entregado a sus brazos creyendo en sus falsas promesas.

¿Quien te despojó de tus vestiduras de gloria? No fueron las acciones de otros, de tus familiares ni de tus  hijos, fueron tus propias acciones egoístas, acciones hedonistas porque todo lo querías para ti y al final lo perdiste todo.  Tus vestiduras te las despojaste tú mismo porque creías que eran intocable delante del Señor y dejaste de escuchar la Palabra que se te predicaba cada día en el Templo.  Te las despojaste cuando voluntariamente te fuiste al mundo del placer, de los vicios y de los amigos del pasado.

No, no fueron tus hijos quieres arruinaron tu cuerpo, mi querida hermana, fue tu glotonería, fue tu gusto por la comida, fue la amargura que te llenó de grasa tu cuerpo y tu corazón.

No, no fueron tus hermanos, amigo querido. Fuiste tú mismo.  Piénsalo bien y enmienda tus caminos confiando solo en el Señor Jesucristo.

- Publicidad -spot_img

ÚLTIMAS NOTICIAS

- Publicidad -spot_img

NOTICIAS RELACIONADAS

- Advertisement -spot_img

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario
Por favor ingrese su nombre aquí