Génesis 3:8 “y se escondieron de Dios…”
Bueno, vamos ver…
El ser humano es el ser más ignorante que puede haber con respecto a la naturaleza Omnisapiente de Dios.
El ser humano cree que se puede esconder de Dios que conoce todo lo que hacemos, en donde estamos y con quien estamos. No hay escapatoria posible cuando se trata de escondernos de Dios.
Pablo lo dijo en una ocasión: De Dios nadie se burla.
Y es que desde pequeños nos hemos acostumbrado a escondernos de todos y de todo. Cuando no queríamos ir a clases nos íbamos de pinta o capiuza como decimos en Guatemala, y cerca ya de la hora que debíamos regresar a casa, nos apurábamos para llegar a tiempo y hacerle creer a nuestra mamá que íbamos de regreso de la escuela.
Luego crecimos y nos escondimos en el trabajo. Pedíamos horas extras para no llegar temprano a casa con tal de ganar unos centavos más para los cigarrillos o la cerveza que ya empezaba a gustarnos.
Después, cuando nos casamos, empezamos a esconderle a nuestra esposa unos billetes bien doblados en la billetera y le decíamos que no teníamos dinero para nuestros pasajes.
Ya con esa costumbre a cuestas, nos atrevimos a escondernos en un motel con una mujer que no era la nuestra y cuando salíamos teníamos ya la excusa para justificar nuestro retraso a nuestra pareja.
Mentiras, mentiras y más mentiras.
Por supuesto, esto aplica también a las mujeres. Porque es el caso que en el huerto del Edén, cuando la pareja cayó en pecado, ambos se escondieron de Dios. Creyeron que Dios no los veía y se equivocaron en gran manera. Dios ya sabía en donde estaban escondidos.
No quiero hacer una apología del engaño, pero todos hemos sido así en algún momento. Algunos, gracias al Señor, al fin hemos aprendido a no continuar con esos vicios, aunque debo admitir que de cuando en cuando se nos sale ese demonio de engaño y hacemos cosas feas con respecto a esconder algo en nuestro corazón.
Pero creo que el peor pecado que cometemos cuando de esconderse se trata, es cuando lo hacemos en la religión.
Porque no hay situación más vergonzosa que hacerle creer a nuestra familia que somos cristianos solo porque vamos a la iglesia. Solo porque nos ven diezmos u ofrendar, con eso les hacemos creer que somos hijos de Dios, cuando en realidad solo estamos fingiendo. La religión se la inventó el hombre precisamente para esconder sus miserias y debilidades, y con un pequeño sacrificio que se les ofrecía a los dioses griegos o romanos, con eso estaba arreglado el asunto.
Por ejemplo, cuando a un romano le gustaba el vino, antes de tomarse la primera copa, derramaba un poco del vino de su copa para ofrecérsela al dios del vino, Baco. Era una libación a Baco.
Con eso tranquilizaba su conciencia porque antes de beber de su copa y disfrutar del embriagador trago, ya le había dado a su dios lo que le pertenecía. De allí en adelante ya podía emborracharse, decir obsenidades, cometer toda clase de barbaridades sexuales o depravaciones y todo quedaba tranquilo. Primero porque su dios Baco ya había satisfecho su necesidad de ser adorado.
Eso hacemos hoy en la iglesia de Cristo. Nos hemos inventado ir a la iglesia el domingo a cantar coritos y dar una pequeña ofrenda para que no digan, nos dormimos durante el sermón, pero por lo menos, entramos al edificio, nos vieron nuestros hijos y esposa o esposo, tranquilizamos nuestra conciencia religiosa y nos vamos el resto de la semana a vivir nuestros propios deseos carnales, creyendo que Dios ya fue satisfecho con nuestra asistencia a su Casa el domingo.
Es decir: Le hemos dado una libación de alabanza, adoración, ofrenda o cualquier otra cosa que hagamos y el resto del vino es para nosotros. No hay problema.
Pero Dios dice: ¡No! No creas que me has engañado. No pienses que escondiéndote en mi casa como si fuera tu ciudad de refugio todo está arreglado. Lo lamento, sé que has venido a esconderte y hacer creer a los demás que entre tú y yo no hay nada que arreglar.
Lee a Pablo y te darás cuenta que de Mi nadie, nadie se burla.