Lucas 24:27 (LBLA) Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les explicó lo referente a El en todas las Escrituras.
Lucas 24:31 Entonces les fueron abiertos los ojos
Lucas 24:45 (LBLA) Entonces les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras,
No hay nada más peligroso que no permitir que la Escritura se abra ante nuestros ojos, que la Palabra que es viva no nos abra la mente y quedemos a medio camino entre la luz y las tinieblas.
Porque el deseo de Dios para nuestras vidas es que vayamos en un constante crescendo hacia la madurez en Cristo Jesus. Que lleguemos a ser tan maduros como para soportar no solo los tratos de Dios traducidos en disciplina pero también en la revelación de sus misterios escondidos en su Palabra.
¿Como llegar a conocer realmente a Jesus? Eso no se logra con solo conocer la Palabra. Se necesita una transformación paulatina de los ojos y de la mente para poder llegar a ese sendero del conocimiento de Cristo que tanto anhelaba Pablo para sus discípulos.
Tristemente hoy en día hay personas en las iglesias que tienen miedo a recibir el vino nuevo que el Señor promete a todos aquellos cuyos odres han sido renovados. Porque Él no echará su vino nuevo en odres viejos. No es que se pierda el vino, eso no sucederá nunca ya que estamos hablando de una figura del Espíritu Santo, lo que el Señor cuida que no se pierda es el odre. Aunque sea viejo y arrugado que no pueda soportar la nueva revelación de la Palabra, pero que no se pierda porque no soporta la enseñanza que quiere cambiar sus paradigmas religiosos.
En una sola palabra, más vale religioso en el Cielo que incrédulo en el infierno.
Bueno, la historia que me inspira este escrito es la siguiente: Los discípulos que van camino a Emaús van tristes, se sienten abandonados por su maestro que anduvo con ellos durante tres años y pico. Pero siempre les insistió en que debía morir, ser levantado en un madero para redimir la vida de sus amados hijos, incluyéndolos a ellos, sus apóstoles.
Pero, y aquí es donde viene el “pero”, ellos nunca permitieron que la Palabra que Jesus les predicaba penetrara en sus corazones y en sus mentes. Le escuchaban por pura rutina. No ponían la debida atención a sus palabras de advertencia. Quizá porque se habían acostumbrado a que Jesus siempre estaba con ellos, caminaba con ellos y compartía con ellos, no le dieron importancia a lo que estaba por llegar: La muerte en el calvario.
De manera que cuando lo crucifican, esperaban que un profeta o un milagro del Cielo lo defendiera y lo bajara de ese tormento que era la Cruz. Ellos no concibieron los avisos que Jesus les había hecho, de manera que llegado el momento, esperaron, según sus propias palabras, tres días para que se cumpliera lo que había dicho que iba a resucitar. Pero según ellos y su incredulidad eso no había sucedido. Es por eso que van derrotados a su aldea mascullando sus amarguras y frustraciones.
Todos sabemos el resto. Un varón se les une en el camino pero sus sentidos estaban tan embobados por la religión, por la costumbre y la rutina que no reconocieron a su Maestro.
Y aquí es donde se da el milagro de la Resurrección: En primer lugar, el Señor les abre las escrituras. Primer paso: conocer la Biblia. Y en eso nos ganan muchos religiosos, incluyendo pastores que se la saben de memoria. Muchos hermanos que se sientan en nuestras congregaciones se contentan con eso. Con conocer lo que dice en ese Libro que debiera producir vida pero que no siempre es así.
Pero Jesus no los deja así. Con eso no basta para que comprendan la verdad de la Verdad. Entonces Jesus procede al segundo nivel: abrirles los ojos. Cuando les abrió los ojos, pudieron ver con más claridad lo que la Escritura dice acerca de Él. Mientras el Señor no nos abra los ojos, no podremos ver lo que está escondido en esas lineas de blanco y negro. Se necesita el milagro de que nos abran los ojos para poder ver lo que se dice de nuestro Dios.
Tercer nivel: Les abrió la mente. Y este es el quid de la cuestión. Si nosotros no abrimos la mente al vino nuevo, seguiremos siendo odres viejos, personas que conocemos la Biblia pero no entendemos porque no podemos ver lo que dice realmente. Y, lamentablemente, la gran mayoría de cristianos o evangélicos tienen ese mismo síndrome. El síndrome de los ojos y la mente cerradas. Es por eso que cuando se predica algo que merece atención no se asimila. Es el vino que se derrama porque los odres no están renovados por la necesidad de conocer más del Señor.
Entonces: ¿Cual es el miedo que nos abran los ojos y la mente? ¿Que nos muevan nuestra zona de confort? ¿Que nos saquen de la comodidad religiosa en la que hemos vivido? ¿Que nos cambien el odre viejo por uno nuevo para darnos vida en abundancia? ¿Cual es el miedo?