Cuando escribo estas líneas, me imagino a los escritores tremendistas y que gustan teorizar sobre el último libro de la Biblia, el Apocalipsis, hablando y escribiendo sobre esa figura del libro citado y que ha incendiado a los artistas con pinturas escalofriantes.
Sí, porque los jinetes, montados sobre caballos de diversos colores, anuncian que sobre el planeta Tierra vienen: el hambre, la guerra, la peste y la muerte. ¿Suena todo esto escalofriante, no es así? Y claro, tiene que serlo, porque, en el fondo, se trata de la aniquilación de la vida en este mundo.
Pero, hoy no vamos a darle curso a las fantasías de fabricación humana aquí. Vamos a hablar de la guerra que se cierne entre Rusia y Ucrania. Guerra no declarada en los términos “tradicionales”, pero guerra, al fin y al cabo.
Que tiene raíces religiosas, también, porque enfrenta a dos líneas rivales de la Iglesia Ortodoxa que obedecen a los primados de Rusia y de Constantinopla. ¿Sorprenden estas palabras? ¿Y por qué pueden causar sorpresas, cuando desde los tiempos remotos hombres y mujeres se han enfrentado a conflictos y han sufrido de matanzas horribles por causa de doctrinas opuestas a las creencias de una mayoría?
No sabemos cómo terminará este conflicto. Lo que sí sabemos es que Rusia no descansará hasta tener la certeza firmada que no habrá misiles nucleares de la OTAN apuntado a su territorio desde la frontera de Ucrania.
Y sabemos también, que los países de Occidente no cesarán en cortejar a Ucrania para que dé el paso de incorporarse al Pacto del Atlántico Norte.
Y mientras esto sucede, los cuatro jinetes montados en cuatro caballos de colores distintos, continuarán cabalgando, no solo en esos países en conflicto, pero, extendiendo su cabalgata en otros países del mundo, mientras ellos se plieguen a un lado o al otro de esta guerra sin sentido.
Modernamente diversos países del mundo se han enfrentado a conflictos bélicos cada 5 o 10 años. Solo hay que mirar las noticias que nos han llegado en los últimos 70 años y ser testigos de enfrentamientos y guerras fratricidas que llenan las pantallas de la televisión y que son destacadas en todos los medios de comunicación. Es la sed de hombres y mujeres, que, nunca se sacia de querer apoderarse de riquezas, territorios y de personas, sed que nunca parece apagarse.
Mientras tanto, comienzan a producirse esos ríos de refugiados que huyen, a veces con lo puesto, a lugares, donde suponen que respetarán sus vidas. ¡Y los grandes consorcios que fabrican armas están de plácemes! Porque al decir de los cínicos, las guerras producen también grandes beneficios económicos.
¿Será por eso que aquellos países “industrializados” prefieren mirar para el lado y no poner grandes detentes a estas guerras, ya que, al fin y al cabo, “poderoso caballero es don dinero”?
(guillermo.serrano@ideasyvoces.com)