Job 31:14 “¿qué haré cuando Dios se levante? Y cuando El me pida cuentas, ¿qué le responderé?”
Mateo 25:24-25 “Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: «Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste, y tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; mira, aquí tienes lo que es tuyo.”
No hay nada más doloroso que recibir un regalo y no abrirlo y disfrutarlo. No hay nada más deshonroso que recibir algo por gracia y por amor y dejarlo guardado. Eso es el epítome de la ingratitud, el miedo y el mal agradecimiento. También es síntoma de poca fe, de que si lo gasta o lo usa no tendrá para cuando necesite. Y en ese proceso, se convierte en una persona ingrata con quien le entregó un regalo.
Eso hacían nuestros abuelas: Se les regalaban vajillas, vajillas finas, de porcelana fina y nunca las usaban por miedo a que se les quebraran. Las tenían guardadas para una mejor ocasión que nunca llegó porque nadie les visitaba. Y las heredaron nuestras madres que repitieron el mismo patrón, hasta que al fin, se fueron quebrando taza por taza y plato por plato.
Cuantos roperos antiguos quedaron llenos de regalos que nuestro abuelo o nuestro padre nunca abrió ni disfrutó mientras vivía. Es un dolor muy grande darnos cuenta que hicimos un esfuerzo por regalarle algo para su cumpleaños y nunca abrió su regalo. Es decepcionante. Eso hacemos con nuestro Dios.
El hombre de la parábola enterró el talento que el señor de la historia le dio por pura gracia y misericordia. Le confió parte de su tesoro pero este inepto tuvo miedo y lo enterró. Cuando el señor le pidió cuentas le echó la culpa a él, pretextando que era un hombre duro y muchas cosas más.
Cuando Dios nos pida cuentas de lo que nos dio: ¿Que le responderemos? ¿A quien le echaremos la culpa por nuestra ineptitud? ¿A quien acusaremos de habernos evitado desarrollar nuestros talentos y desempacar nuestros regalos? Cada uno de nosotros estaremos frente al Señor cuando Él se levante y nos pida cuentas. ¿Que le responderemos?
Yo tengo que dar respuestas a sus preguntas. Usted tendrá que responder a sus propias preguntas. Usted no podrá culparme a mi y viceversa. Cada uno será responsable de responder al Señor por lo que nos dio y no lo usamos para su Gloria.
El miedo es mortal: mata la fe, mata las finanzas. Mata el futuro. Puede matar el matrimonio.
Hay hombres que ya no son apreciados en sus trabajos y los humillan y los desprecian pero el miedo a buscar algo nuevo los hace quedarse allí, sufriendo abusos y vejámenes. El miedo a fracasar en un nuevo empleo les hace quedarse a medio camino y nunca prosperan. Luego acusan al Señor que nos les provee pero son ellos los que por su temor al fracaso no buscan nuevas oportunidades.
La esposa que por miedo nunca le dice nada al esposo abusador, malcriado y abusivo, está cavando su propia tumba de su matrimonio porque a decidido guardar silencio en vez de confrontar y liberarse de ese yugo de violencia.
Hay mujeres que por miedo al matrimonio han decidido quedarse sin disfrutar una relación con algún buen hombre que les haga felices y llenarlas de bendiciones. El miedo hizo que el hombre de la parábola no rindiera buenas cuentas su señor, y lo mismo pasará con nosotros si no rendimos nuestros