Mateo 13:47-50 “El reino de los cielos también es semejante a una red barredera que se echó en el mar, y recogió peces de toda clase; 48 y cuando se llenó, la sacaron a la playa; y se sentaron y recogieron los peces buenos en canastas, pero echaron fuera los malos.
49 Así será en el fin del mundo; los ángeles saldrán, y sacarán a los malos de entre los justos,
50 y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes”
No, no voy a hablar de las redes. Ese tema no me interesa. No las uso ni las quiero usar. A veces, cuando necesito una aplicación para facilitar mis cosas, se me exige que abra una cuenta en una de ellas, inmediatamente borro mi solicitud y me privo quizá de algún beneficio.
Pero es que no quiero que las redes manejen mi vida. No se si soy retrógrado u obsoleto, pero el teléfono -me dicen algunos-, lo tengo subutilizado porque apenas lo uso para hacer llamadas y si mucho, para enviar mensaje por Whats App. Por lo demás, me sobra espacio y memoria en él.
De lo que quiero hablar en este escrito es de la red barredera. Es, junto con la parábola del sembrador, el Alma Mater de las parábolas de Jesus. Si no logramos entender estas dos parábolas, no podremos entender lo que significa el Reino de los Cielos.
El asunto es que la red es el evangelismo. Es la parte medular de la vida del cristiano. Y la Iglesia es quien mete la red en el océano del mundo. En ella hemos caído cientos y cientos de personas que estábamos perdidos en las aguas estancadas y sucias de la vida. Pero un día, alguien lanzó la red, nos abrieron los ojos y conocimos otro estilo de vida. De allí en adelante empezó un periplo emocionante de cambios y transformaciones que hicieron de nuestras vidas algo que jamás habíamos pensado. Fuimos cambiados no solo de rumbo pero tambien de vida.
Antes era ciego pero ahora veo, dijo aquel cuestionado hombre del primer siglo.
Lo que me asusta es el resto de la parábola: En ella caen peces buenos y peces malos. Y eso ya de por sí, pone los pelos de punta, porque no es un secreto que en muchas congregaciones están esos peces.
Siempre se ha creído que esa red habla de los impíos y pecadores y los santos que están en la iglesia. Pero no es así. Habla de todos los que cayeron en la red de la salvación. Son los que pasaron años fingiendo que eran peces buenos, hasta que algo sucedió que se les cayó el oropel con que pretendían brillar. Pero llegará un día en que los ángeles del Señor empezarán a examinar la red de la iglesia y entonces vendrá la verdadera verdad, valga la redundancia.
Porque en esa red han caído muchos peces malos. Son los que fingen que adoran y son burladores. Son los que fingen fidelidad a la Palabra pero son carnales. Los que fingen que son amigos y traicionan. Porque un pez se parece al otro pero por dentro, dijo Jesus, son como sepulcros blanqueados.
El problema es que no se puede esconder lo que verdaderamente somos. Tarde o temprano se sabrá quien es quien en el Reino de Dios. Creo que no necesitamos esperar al fin del mundo para que los ángeles saquen los peces malos de los buenos, ya que el Espíritu Santo muestra antes de ese tiempo quienes son en realidad los sinceros de los hipócritas.
Y ese es el quid del asunto: El Señor empieza a advertir a los que no son de los buenos para que enderecen sus caminos. Mensaje tras mensaje se les advierte que un día el Señor enviará su ángel para que haga la separación pero ya será muy tarde.
Es por eso que los mensajes que se deben predicar en la iglesia de hoy en día deben ser mensajes de advertencia para que tengan la oportunidad de enderezar sus veredas y volverse realmente al Señor. Que lo que confesaron hace mucho tiempo en el altar, aquella oración de salvación se haga realidad en sus vidas y empiecen a realizar los cambios necesarios antes que llegue el tiempo del fin.
Qué doloroso será cuando se escuchen voces evangélicas diciendo: “Señor, en tu Nombre hicimos, o dijimos, o predicamos…” pero el Señor les dirá: “Nunca los conocí, hacedores de maldad”.
Estoy convencido que aún es tiempo que muchos recapaciten de sus vidas vacías y carnales y empiecen a vivir el Verdadero Evangelio de Cristo, para ser contados entre los peces buenos que agradan al Señor. Aún es tiempo, porque todavía se dice “Hoy”.