Semana Santa que comienza con el Domingo de Ramos
El que dirige la celebración se adorna con trajes y capas muy vistosas. El lugar, además, tiene ornamentos especiales. El aroma de las distintas especies aromáticas sube hacia un techo que refleja imágenes y figuras de otras épocas.
Los cánticos son en otros idiomas que los reunidos entonan, aunque muchos de ellos sean incomprensibles para los participantes que dirigen sus idas expectantes hacia un lugar específico esperando quizá un milagro.
Es el oficio religioso al que se invita al público cuando da origen la gran cuaresma, la celebración que observan las iglesias ortodoxas de todo el mundo.
En el mundo occidental, el cristianismo protestante no hace mucho uso de lo que se llama el año litúrgico para destacar las distintas etapas en la vida de Jesucristo y lo que esto significa para la vida de todos. Pero las grandes iglesias del cristianismo sí siguen esta manera de relatar y de contar las fechas y eventos que marcaron la vida de la iglesia a partir de Jesucristo.
Curioso lenguaje el que oímos durante la Cuaresma: se usan términos que parecen sacados de algún manuscrito antiguo: ayuno, arrepentimiento, resurrección, mortificación de la carne. Ya no usamos este vocabulario en las iglesias protestantes. Creemos que estamos tan llenos de la gracia que todo lo demás es solo olor a antigüedad desfasada y sin uso práctico.
Técnicamente hablando, la cuaresma da comienzo con el miércoles de ceniza, (cosa curiosa, es el día anterior en que han acabado las fiestas y los carnavales del mundo, donde la carne ha sido la gran protagonista…)
“La práctica de la Cuaresma data del siglo IV, cuando se da la tendencia para constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia. Conservada con bastante vigor, al menos en un principio, en las iglesias de oriente, la práctica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más aligerada en occidente, pero debe observarse un espíritu penitencial y de conversión.
Después de un vistazo sintético a la cosa histórica, tenemos que ahora que ver lo que nos dice la Biblia. Existe, de hecho, anuncio y preparación para la venida de Jesucristo al mundo a través de las profecías. Porque de eso se trata la cuaresma, recordar la vida y la pasión de Jesucristo.
Todo comienza en los grandes profetas que anuncian que el tiempo de la esclavitud y de la opresión había cesado y que ahora la liberación es posible. Pero aquí no deseamos hablar solo en términos teóricos sino confrontando la realidad y por eso los profetas se refirieron a la liberación primero del pecado y sus consecuencias.
Sí, si existe preparación para celebrar la resurrección el domingo que marca el fin de la cuaresma es porque hubo un progreso en la historia que llevó al cumplimiento de las profecías hechas con siglos de anticipación.
Los evangelios –documentos para nosotros, relatos orales para los contemporáneos- hablan de la decisión divina de enviar a Jesucristo vivir entre los hombres, para enseñarles cómo vivir cristianamente, y finalmente para morir por los pecados de los suyos.
Es precisamente uno de los evangelios, el de Juan quien nos reafirma lo que hemos dicho: “En el principio ya existía la Palabra; y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Por medio de él, Dios hizo todas las cosas; nada de lo que existe fue hecho sin él. En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no han podido apagarla.
Hubo un hombre llamado Juan, a quien Dios envió como testigo, para que diera testimonio de la luz y para que todos creyeran por lo que él decía. Juan no era la luz, sino uno enviado a dar testimonio de la luz. La luz verdadera que alumbra a toda la humanidad venía a este mundo. Aquel que es la Palabra estaba en el mundo; y, aunque Dios hizo el mundo por medio de él, los que son del mundo no lo reconocieron. Vino a su propio mundo, pero los suyos no lo recibieron. Pero a quienes lo recibieron y creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. Y son hijos de Dios, no por la naturaleza ni los deseos humanos, sino porque Dios los ha engendrado. Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros. Y hemos visto su gloria, la gloria que recibió del Padre, por ser su Hijo único, abundante en amor y verdad” (Juan 1:1-12).