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jueves, abril 18, 2024

Un poco de biología

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Eclesiastés 1:3 “¿Qué provecho recibe el hombre de todo el trabajo con que se afana bajo el sol?”

Estamos viviendo en una sociedad que alimenta el egocentrismo.  Nuestros jóvenes están siendo bombardeados con la idea que tienen que alcanzar el éxito a toda costa.  No importa sobre quien haya que pasar, el asunto es que tienen que llegar a la cima. El famoso axioma maquiavélico “el fin justifica los medios” hoy es un estilo de vida.

No es lo mismo éxito que triunfo. Mantengamos esa idea en mente.  Nadie nace para ser mediocre.  La mediocridad no es asunto de carácter, educación o principios.  La mediocridad es un asunto mental. Todos hemos nacido para la grandeza, primero porque hemos sido creados por un Dios grande, luego porque Él quiere que seamos como Él.  El problema es que la sociedad nos ha hecho creer que la grandeza es para aquellos que alcanzan la Maestría o el Doctorado, cuando eso no tiene nada que ver con ese valor.  De allí que los jóvenes Millenials se están alejando cada vez más de los valores que distinguen al hombre de las bestias.

Veamos: El éxito alimenta el pensamiento. Es necesario alcanzar el éxito en las variadas formas de éste. No mencionaré ninguna de las áreas porque es bastante conocido por todos los que anhelamos ser exitosos.  Pero el éxito en sí, tiene poco valor para darnos valor.  Podemos ver personas altamente exitosas en algún campo de la vida, pero por dentro están hechas pedazos. Son personas que por dentro se sienten fracasadas aunque el oropel del éxito por fuera les colme de honores. Lo podemos ver en los grandes pensadores del siglo pasado que algunos murieron bañados en licor, en drogas y en depresiones mortales. 

El triunfo, por el contrario, alimenta el alma. El alma del ser humano necesita sentirse triunfadora. Necesita un poco de ese alimento etéreo que le hace sentirse poderosa ante los avatares de la vida.  Son las personas que no se dejan amilanar fácilmente por los escollos del camino.  Un alma, o un ser viviente como el hombre, que tiene sentido de ser un triunfador, vence fácilmente muchas enfermedades porque su cerebro produce suficientes endorfinas que le hacen sentirse más feliz que otros, que ama la vida, ama a sus seres queridos y se ama a sí mismo. Las endorfinas, a su vez, generan otra hormona que es la Oxitocina, llamada la “hormona del amor”.  Todo eso y algo más, son señales que una personas por dentro, se siente triunfadora. Sabe sonreír y afectar la vida positivamente de los que están a su alrededor.

Pero solo el éxito no satisface las necesidades del ser humano porque por sí solo produce un egocentrismo que lo termina dañando al dejarlo solo y sin compañía.  Al mismo tiempo, vivir en un estado de triunfo sin el éxito, tampoco es aceptable ya que el ser humano necesita de ambos estados para completar su ciclo para vivir una vida saludable y agradable a su Creador quien es nuestro Modelo perfecto para vivir una vida plena y placentera.

Según la Biblia, hay varios valores que el ser humano debe cultivar para alcanzar el éxito pero también el triunfo, a saber:

Ser agradecido:  Lo primero que se debe hacer al levantarse por las mañanas, es dar gracias. Agradecerle al Señor por el nuevo día, por la vida, las fuerzas que tiene al levantarse, gracias por estar vivo, es signo de buena salud emocional.  

La generosidad: Cuando somos generosos, no importa si nos lo agradecen o no, es asunto de valores. La generosidad no afecta a quien recibe sino a quien da. Cuando damos con generosidad nos estamos dando a nosotros mismos. Alga cambia en nuestro interior cuando abrimos nuestra mano para bendecir a alguien fuera de nuestro círculo familiar.

La contemplación: Es algo que se ha perdido totalmente hoy debido a la prisa por vivir. El trabajo, los estudios, la búsqueda de la felicidad somera y falsa de las cosas materiales ha hecho que el ser humano ya no practique la contemplación. La contemplación no es asunto de budismo ni hinduismo. Es asunto de vida. Jesus se retiraba constantemente para estar solo con su Padre en la madrugada. Ese estadio de soledad no es para aislarse de los demás, sino para callar los sonidos que inundan el cerebro y no nos permiten pensar con claridad. Es por eso que cuando alguien va a la playa, queda absorto viendo la inmensidad del mar, el horizonte y más allá de las nubes. Fuimos creados para ser contemplativos.

Por último: El ejercicio físico.  Ejercitarse unos minutos al día aumentan los niveles de cortisona, la hormona que nos produce inmunidad hacia varios virus y bacterias que atacan al ser humano. Al mismo tiempo nos ayuda a la buena alimentación y por ende cuidamos el cuerpo y el sistema digestivo. Recordemos: Nuestro cuerpo es el Templo del Espíritu Santo.

Exito y triunfo: Dos cosas que cuando van unidas producen un estado de bienestar personal y nos hace mejores personas, más empáticos con los demás, mejores cristianos, mejores hijos de Dios.  Es entonces que nos convertimos en sal y luz para el mundo que nos rodea.

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