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lunes, noviembre 25, 2024

Carta abierta a nuestros hijos

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Proverbios 22:6  “Enseña al niño el camino en que debe andar, y aun cuando sea viejo no se apartará de él”

Queridos hijos:

Ya sé que han pasado varios años desde que estuvimos juntos en casa ustedes, su mami y yo.   Cada uno de ustedes han hecho sus propias vidas, han formado sus familias y de alguna manera han sabido salir adelante con los retos y desafíos con que la vida les ha hecho vivirla.

Y también hemos notado ella y yo, que cada uno de ustedes están sirviendo al Señor en sus respectivas congregaciones.  Les hemos escuchado hablar de su servicio, de sus aventuras de fe, de sus momentos de dudas, hemos visto una que otra lágrima brotando de sus ojos cuando la fe disminuye y las cosas se han puesto difíciles, pero por sobre todo, hemos visto como el Señor Jesus, su Señor, ha sido fiel a ustedes y les ha sacado adelante en esos momentos en que aquellas cosas que vieron y escucharon siendo niños quedaron sembradas en sus corazones.

Pero no es de eso de lo que queremos hablarles en esta carta abierta.  Será publicada para que otros sepan el “error” que cometimos cuando los estábamos criando y guiando en los caminos que creímos que eran los correctos.

Y queremos pedirles perdón.  Sí, pedirles perdón públicamente porque la vida que les dimos en aquellos tiempos de crianza fueron días muy aburridos para ustedes.

Ustedes eran niños y nosotros creíamos que era nuestra obligación guiarlos por el camino de la Verdad en Jesus. Por eso quizá sus vidas eran aburridas.  Porque nunca los llevamos a la playa a jugar con las olas del mar, al contrario, los llevábamos a la Iglesia a adorar al Señor y que aprendieran a travez del ejemplo nuestro, que por haber sido salvados del infierno, quisimos que aprendieran  a ser agradecidos con nuestro Buen Dios.

Que vieran en nosotros un ejemplo no de perfección, ni de santurronería farisaica sino de una relación íntima y verdadera con el Señor.  Sí, comprendemos que su niñez fue aburrida porque desde pequeños fueron bautizados con el Espíritu Santo, fueron sellados por Él para ser apartados y que cuando formaran sus propias familias ustedes siguieran nuestro ejemplo.

Les pedimos perdón porque como niños, quizá desearon ir a un parque a retozar como cualquier niño de su edad, pero en vez de eso los llevábamos a la Escuela Dominical a aprender a vivir con otros cristianos, a aprender como comportarse en el mundo para que cuando llegara la hora, el Nombre de Jesus no fuera avergonzado.

Les pedimos perdón porque nunca los llevamos al cine a ver películas de los héroes de ese tiempo como lo hacen la mayoría de niños en esa edad a quienes sus padres les conceden ese deseo.  Les pedimos perdón porque en lugar de celebrarles fiestas paganas como cualquier familia de la cuadra, ustedes crecieron celebrando las fiestas de nuestra congregación en donde el Nombre del Señor era celebrado cada semana.

Les pedimos perdón porque muchas veces les negamos el permiso para ir a visitar a sus amiguitos a sus casas para evitar que vieran otras costumbres, escucharan otra clase de palabras blasfemas y que no vieran vicios que luego podrían estorbar sus costumbres cristianas.

Les pedimos perdón, hijos, porque la vida que les dimos fue muy aburrida para su entendimiento, pero el fruto que estamos disfrutando hoy, es verlos servir al Señor, profetizar al pueblo del Señor, predicar en sus estudios bíblicos, compartir con nosotros cuando podemos, las revelaciones que el Señor les ha dado a cada uno de Su Palabra y quedarnos asombrados de como Él les abre las Escrituras.  Es emocionante escuchar cuando de sus bocas salen palabras de fe, palabras de aliento, palabras que endulzan el oído de Jesus.

Les pedimos perdón, queridos hijos, por tanta restricción pero hoy vemos que la semilla que se sembró en aquellos corazoncitos están dando los frutos que promete el proverbio arriba mencionado. Y estamos seguros que sus hijos serán enseñados en ese Camino para que no se aparten de él.

Les pedimos perdón porque sus vidas fueron aburridas cuando nos vieron leer la Biblia todos los días y que nunca, nunca se nos ocurrió ni por un momento, dejar de ir a la Iglesia a menos que estuviéramos enfermos.

Pero gracias a aquellas vidas aburridas,  hoy que estamos peinando canas, sabemos que ustedes dependen del Señor Jesus y no de nosotros. Que su provisión les llega a sus vidas por el favor del Señor al que ustedes fueron enseñados a honrar, adorar y servir. 

Y confiamos que sus hijos estarán viendo en ustedes el mismo ejemplo que ustedes vieron en nosotros.

Gracias entonces, por perdonarnos aquellos tiempos “tan aburridos…”

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