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lunes, noviembre 25, 2024

Darnos por el prójimo

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Ester 2:17  “Y el rey amó a Ester más que a todas las otras mujeres, y ella halló gracia y bondad con él más que todas las demás vírgenes, y él puso la corona real sobre su cabeza y la hizo reina en lugar de Vasti”

La mayoría de las personas generalmente solo ven el bien propio. Son muy pocos los que se preocupan por los demás.

Muchos líderes de iglesias, pastores, diáconos o encargados de alguna área, cuando ven que alguien está empezando a descollar entre los demás, empiezan a verlo mal. Especialmente si el pastor tiene sus problemas internos no resueltos. Se pondrá celoso de quien anhela predicar y enseñar algo de la Palabra de Dios.

Es entonces cuando empiezan a sacar las uñas. Los celos los consumen, al estilo Saúl cuando las mujeres le cantaban a David más victorias que a él mismo. He visto pastores que se deshacen de quien espera un turno para predicar en su púlpito. Lo nombran con un título rimbombante como “misionero” o “pastor auxiliar” pero para quitárselo de encima. Peligra su posición y puede llegar a darle golpe de púlpito. Mejor que se vaya a echar pulgas a otro lado.

Ester, una mujer que generalmente recordamos como reina de un impero pagano en el A.T, no nació en una vida privilegiada.  Su vida fue diferente porque ella tuvo a alguien que la introdujo en su destino real.  Mardoqueo, su tío, la adoptó después de la muerte de sus padres, y es evidente en las Escrituras que él la amó y la educó para creer que era hermosa e importante.  La influencia de Mardoqueo hizo que ella se destacara. Hizo todo lo posible para que ella se sintiera no esclava sino reina.

Fue seleccionada como candidata para reina junto con otras muchas vírgenes y causó una buena impresión en los líderes de las guardias del rey.  Aunque ella no estaba lista para conocer al rey, la influencia de Mardoqueo la preparó para sobresalir durante un año de preparación en el harén del rey.  Allí ella aprendió los modos de la realeza.

Su tiempo de preparación estuvo dividido en dos sesiones de seis meses: la primera para purificarla con aceite y mirra, y la segunda para realzar su belleza con perfumes y cosméticos.  El entrenamiento de su tío y el año de preparación intensa la condujeron al triunfo.

La Biblia lo registra del siguiente modo: “El rey se enamoró de Ester más que de toda las demás mujeres, y ella se ganó su aprobación y simpatía más que toda las otras vírgenes.  Así que él le ciñó la corona real y la proclamó reina de lugar de Vasti”

Y todos conocemos el resto de la historia. Ester salvó a su pueblo, se deshizo del último descendiente de Agag y pasó a la historia como la heroína de los judios hasta la fecha cuando celebran su fiesta anualmente.

¿Cuantos hombres y mujeres de nuestras congregaciones han estado esperando que alguien que esté más arriba o interesado en ayudarles les de una mano como hizo Mardoqueo con su sobrina?  ¿Cuantas personas están siendo echadas a un lado por alguien celoso de su posición y en vez de ayudarles a subir se suben sobre ellos para escalar sus  posiciones?

A mi me pasó.

Recién venidos de Guatemala, buscando con mi esposa una congregación donde ubicarnos para escuchar Palabra de Dios y entregar nuestros diezmos, fuimos a visitar una que nos quedaba cerca de nuestra casa.

Estuvimos un par de semanas asistiendo a los cultos y según nosotros estábamos seguros y amparados bajo el Ministerio de esa congregación.  Un día uno de los diáconos se me acercó y me dio que el pastor quería hablar conmigo en su oficina. Emocionado, fui a presentarme ante él para ponerme a sus órdenes.

Cual fue mi sorpresa que de entrada, sin previo aviso, me dijo: “¿Usted es de Guatemala, hermano? Yo le respondí que si, que acababa de llegar a este país y estaba buscando una iglesia donde congregarme. Entonces, viéndome a los ojos, con cara seria me dijo: hágame el favor de irse de este lugar. Ustedes los chapines me ponen erizo”  Claro, no esperé otro comentario más. Herido y lastimado por aquel pastor celoso, tomé a mi esposa de la mano y le dije que saliéramos y no volviéramos a ese lugar. Fuimos expulsados sin saber porqué.

¿Qué tal si Mardoqueo hubiera actuado así con Ester?

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