Lucas 14:7-11 “Y comenzó a referir una parábola a los invitados, cuando advirtió cómo escogían los lugares de honor a la mesa…”
Bueno, este escrito va a hacer cosquillas a más de algún lector que ha cambiado las cosas no solo en su casa pero también en su vida. A algún pastor que ha cambiado la jerarquía ordenada por Dios a una ordenada por su complacencia.
Muchas iglesias han cambiado la estructura de su administración en vez de tratar con el corazón de sus líderes. La mayoría, en las últimas décadas, han cambiado de una “mesa rectangular” de gobierno a una “mesa redonda” de gobierno. La mesa rectangular es una metáfora para una estructura de liderazgo que tiene niveles de honra, mientras que una mesa redonda describe una estructura donde cada persona tiene igualdad de voz y voto en el gobierno eclesiástico. En la formación de una mesa redonda de liderazgo, el gobierno de Dios ha sido reemplazado por consejos eclesiásticos. Estos consejos consideran a todos iguales, y hay poca o ninguna capacidad para reconocer los llamados y las unciones que descansa sobre sus líderes.
No estoy en contra de los consejos eclesiásticos. Pero si en esa iglesia hay una mesa redonda en vez de una rectangular, es cierto que todos tienen igualdad de voz pero no todos tienen igualdad de voto. Por sobre todo, es el pastor quien ha sido nombrado por Dios para tomar las decisiones que se deban en bienestar no solo de la sana doctrina pero también del orden que debe imperar en los cultos.
En mis primeros años de estar en este país, tuve el privilegio de ser pastor auxiliar de una congregación de cierta iglesia. Su doctrina es pentecostés por nombramiento pero en la realidad es una mezcla de credos. Tiene un poco de todo menos de pentecostés. El Espíritu Santo no tiene mucha cabida en sus servicios ni en sus enseñanzas. En una ocasión, en una reunión a la que tuve que asistir en donde estaban los ancianos y los pastores, uno de ellos, quizá el de “mayor jerarquía”, le dijo al pastor: “Por favor pastor, no predique sermones muy largos porque el pueblo se cansa y salimos muy tarde del culto”. Me asusté al escuchar de un anciano gobernante que le hablara así al pastor quien es el portavoz de la Palabra del Señor. Lo que me terminó de fulminar es que el pastor, muy sumisamente le respondió: “voy a hacer lo posible, hermano”.
Lógicamente, abandoné ese privilegio y al final abandoné también esa iglesia. Mesa redonda por supuesto. No hay una silla especial en donde se debe sentar quien dirige el gobierno.
En 1 Samuel 8 los ancianos de Israel cambiaron su estructura de gobierno en vez de tratar con las cuestiones del corazón. Ellos sabían que los hijos de Eli y de Samuel no andaban en los caminos de su Padre. Pero nunca hicieron nada por arreglar la situación. Dios tuvo que tomar acción contra los hijos de Eli y los mató. Samuel, posteriormente, quiso dejarlos como jueces cuando estaba a punto de morir, pero tampoco estaban aptos. Y los ancianos lo sabían y no hicieron nada por confrontar la situación. El gobierno democrático decidió que mejor era pedir un rey que los gobernara en vez de un juez puesto por Dios.
En muchos hogares se han cambiado las estructuras de respeto, honra y obediencia también. A causa de cambiar el estilo de la “mesa redonda” por la “mesa rectangular”, los hijos ya no saben qué lugar ocupa el padre y la madre. Todos están en el mismo nivel y todos toman decisiones que les convienen. Se ha perdido el orden puesto por Dios para el hogar en donde los hijos tiene voz de opinión y a veces se imponen sobre los padres. No reconocen autoridad porque la mesa les imparte igualdad. Y eso no es posible en un hogar cristiano.
Jesus lo enseña en la parábola de los invitados a la cena: “Cuando alguien te invite a una fiesta de bodas, no te sientes en el lugar de honor, no sea que haya algún invitado más distinguido que tú…” Jesus nos está dando la pauta que reconoce que la mesa en el Reino de Dios es rectangular, en donde hay lugares de honor y lugares secundarios. La madre de los hijos de Zebedeo le pidió a Jesus que sus hijos se sentaran junto a él en el trono. Jesus nuevamente pone los puntos sobre las íes y le responde que esos lugares los ha decidido el Padre. (Mat. 20:23)
No podemos olvidar que Dios es un Dios de honra, por lo tanto, la mesa es un lugar en donde la honra se debe vivir. En mi niñez, nunca se me permitió sentarme en el lugar que ocupaba nuestro padre. Hasta la fecha, cuando soy invitado a alguna comida en una casa, primero pregunto cual es mi lugar en la mesa antes de cometer el error del hombre de la historia de Jesus. No quiero ser avergonzado de que me quiten y sienten a alguien más importante que yo en esa silla.