Cayó justamente un día domingo, que en la mayoría de los países del mundo es feriado o no se trabaja. Y es el Día Internacional del Trabajo. Que celebra las conquistas sociales alcanzadas por los trabajadores del mundo, algunas de ellas realmente increíbles.
Dice un libro antiguo que al Creador se le “ocurrió” poner al hombre en el jardín de Edén para que lo cultivara y lo cuidara, y este “cultivar y cuidar” implicaba ¡trabajo! Hombre y trabajo y esta idea de ser también creador, pareciera que son palabras e ideas que no se combinan muy, cuando todos tratamos de trabajar lo menos posible, ganando todo lo que nuestras fantasías quisieran.
De entrada, tenemos que decir que el trabajo, sus leyes y regulaciones, todo aquello que llamamos salarios y beneficios no siempre han sido lo que hoy conocemos. De hecho, el Primero de Mayo, Fiesta Internacional del Trabajo en la mayoría de los países del mundo, conmemora la campaña de la jornada laboral de ocho horas. Porque no siempre ha sido así. Antes se trabajabade sol a sol, siete días a la semana o hasta que alguna enfermedad o la muerte terminaba con el obrero.
Fue en Chicago, ciudad norteamericana del medioeste, donde se llevaron a cabo acciones reivindicativas el 1º de mayo de 1889 y cuyo fruto inmediato fue la ejecución de sus líderes, acusados de anarquistas. Desde 1890, el 1º de Mayo, Díadel Trabajo se convirtió en una forma de demostrar la fuerza de la clase obrera organizada. Cosa curiosa, en los Estados Unidos, el Día del Trabajo se celebra el primer lunes de septiembre y se celebra con picnics, paseos…
Nadie en su sano juicio disfruta de la carga del trabajo sobre todo cuando uno entra a una de esas fábricas ruidosas donde se oyen todos los ruidos posibles, menos las risas felices de la gente que allí está esclavizada. O cuando nos damos cuenta de las exigencias excesivas que mucha gente impone sobre sus empleados y trabajadores, las condiciones insalubres, la fatiga física, la agonía sicológica de multitudes que están obligadas a entregar la labor de sus manos a quienes prácticamente controlan las fuentes de trabajo y las explotan. No cabe duda que cuando analizamos estas cosas tenemos que llegar a la conclusión de que el trabajo es una maldición.
Venid a mí, los que estáis trabajados y cansados dijo alguien hace dos mil años. Y él también era un trabajador más… pero además era lo que uno de los evangelios llama el Hijo del hombre, para referirse a un ser humano verdadero, con sus logros y aflicciones.
Hay dos opciones ante la pregunta de si te agrada lo que haces: una de ellas es: sí, me gusta mi trabajo, porque si no lo hago, no me pagan y no tengo para mis cuentas. Otra respuesta puede decir más o menos así: es lo que siempre he hecho. Mi padre y antes mi abuelo lo hacían, así es que debo seguir haciendo lo mismo.
El trabajo, tu trabajo, no debe ser mirado como maldición o como rutina. Debe mirarse como una actividad creativa en la que debes poner lo mejor de ti, no por el salario que te paguen, sino porque estás haciendo lo que te gusta y aquello para lo que sientes una especial atracción.
Es por eso que hacemos un alto aquí, cuando disfrutamos de un día feriado, para reflexionar sobre la importancia del trabajo y de las vocaciones que llaman todos los años a millones de jóvenes a incorporarse a las filas laborales, para el sustento de cada uno, pero también para el desarrollo de la patria. Porque no se construye país sin trabajo.
(guillermo.serrano@ideasyvoces.com)