1 Samuel, 17:39 “Entonces David dijo a Saúl: No puedo caminar con esto, pues no tengo experiencia con ellas. David se las quitó…”
Como diría mi mamá, no sé en que cabeza cabe…
Que Saúl haya tratado de vestir a David con su armadura. Saúl medía por lo menos 1.80 metros, David apenas 1.20 quizá. Saúl pesaba quizá unos 180 libras y David posiblemente unas 90 libras. Saúl era un gigante, David era un chico de unos diez y siete años aproximadamente.
Así que por donde lo veamos, era una total tontera de Saul pretender que David se pusiera su armadura para salir a pelear contra Goliat. Si David, por quedar bien con su rey se hubiera vestido con esas armaduras, esta sería la hora que aún no hubieran recogido los pedazos del pastorcito de Belén.
Y es que la ignorancia escritural nos hace cometer errores tan garrafales que dan pena. Hay pastores que ordenan a otros como pastores para que vayan y enseñen lo mismo que ellos como si sus discípulos no tuvieran su propia idiosincracia y conocimiento como para que enseñen lo que deben enseñar y no lo que les dicen sus líderes. Esto se nota en algunas instituciones evangélicas que exigen que sus filiales hagan lo mismo que ellos, ignorando que un sector de la ciudad es diferente una de otra, por lo tanto, sus necesidades son diferentes. En nuestro caso, una congregación perteneciente a Lourdes Colón, tiene diferentes necesidades espirituales que una que está situada en Sonsonate. Por lo tanto, ¿cómo pedirle al pastor de una de ellas que predique el mismo mensaje, con el mismo estilo y la misma sintaxis que hace el pastor de la otra localidad? No es eso lo que nos pide el Señor ni Pablo.
A cada uno se nos ha dado diferentes dones, pero todos han sido diseñados para servir al mismo propósito: Glorificar al Señor y enseñar al pueblo la Palabra de Dios, no la que nos manda el folleto de la “central”.
David no podía usar la armadura de Saúl por mucho que fuera su rey. Es cierto, había que obedecer a su autoridad, pero en lo concerniente a vencer al enemigo, la armadura de uno no era útil para el otro. Y David tuvo el valor de decirle al gigante de Saúl que nunca había usado ese tipo de protección. Su única protección era la Sombra del Altísimo cuando allá en el aprisco defendía las ovejas de Isaí para que los leones y los osos no dañaran el rebaño. David era responsable de usar las armas y la armadura que Dios le dio a él, que Saul usara lo que le habían dado.
Es por eso que el mismo Pablo nos recomienda esto: Efesios 6:11 “Revestíos con toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra las insidias del diablo”
¿Leyó bien? Pablo nos está diciendo que nos vistamos con toda la armadura de Dios, no con la de Saúl. Usted, mi querido pastor o líder o encargada de intercesión, ore su oración y no la de su vecina. Pida con su fe y no con una fe prestada. Viva su vida de santidad para agradar a su Señor y no una santidad prestada por alguien más.
Es por eso que hay mucho pueblo de Dios que está siendo vencido por el enemigo porque están tratando de imitar a sus líderes, haciendo lo que otros hacen sin discernir correctamente en qué debemos imitarlos y en que no.
Al final vemos que David salió victorioso en el enfrentamiento con Goliat porque utilizó lo que Dios le había dado para sus batallas tanto en el campo con sus ganados, como en el valle de Ela en donde el gigante impío estaba desafiando a los ejércitos de Israel.
Muchos pastores conocidos que tratan de imitar a sus hermanos de otras latitudes viven frustrados porque no alcanzan el crecimiento numérico en sus congregaciones, inventan formas para hacer llegar a la gente a sus templos y llenar las sillas como si de una lotería se tratara y no del Reino de Dios. Luego, cuando las cosas no funcionan con los ingredientes que están usando porque no son los apropiados para ellos, se enferman, deprimen y luchan contra su propia fe cuando ven que el Señor no les da el respaldo que necesitan. Lo culpan de que no escucha sus oraciones, pero es que lo que están haciendo es algo que Dios no les ha pedido a ellos como a los hijos de Aarón que ofrecieron fuego extraño que Dios nunca les pidió.
Usemos lo nuestro. Usemos lo que Dios nos ha confiado. Cuidemos de no caer en usar armaduras ajenas, armaduras o estilos de prédicas que Dios no nos ha confiado.