Génesis 12:1 “Y el SEÑOR dijo a Abram: Vete de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre…”
Dicen los que entienden de esas cosas, que el águila que ha empollado por suficiente tiempo a sus aguiluchos y que les ha llegado la hora de empezar a aprender a volar, lo que hace es que desarma el nido. Debajo de las mullidas hojas y plumas que lo cubren para que los polluelos tengan un lugar confortable y calientito mientras crecen hay todo un entramado de púas, espinas y ramas secas que han dado forma al enorme nido que ella con tanto trabajo hizo para sus hijos.
Lo desarma para que ya no se sientan cómodos ya que las espinas y las astillas de madera les molestan y les causan dolor. Eso los obliga a salir del nido y empezar a mover sus alas hasta que logran emprender el vuelo y la majestuosidad de su figura en el cielo se deja ver en todo su esplendor.
Los polluelos no estarán de acuerdo con lo que la mamá águila está haciendo. Pero esa es la única manera en que ellos podrán elevarse a alturas que nunca habían conocido, excepto cuando la veían a ella alzar el vuelo y remontarse más allá de las nubes.
Quiero que vuelen tan alto como yo, queridos aguiluchos. Quiero que experimenten las alturas que han sido hechas para que ustedes las conquisten. Salgan de aquí y vayan al encuentro de sus alturas. Ustedes nacieron para la grandeza del universo, no para vivir en un nido.
Eso fue lo que le dijo el Señor a Abram. Sal de tu tierra, deja a tus parientes y a tu padre porque yo tengo planes de grandeza para ti Abram. Y con esa gente con la que vives no podrás emprender tu camino que yo tengo preparado para ti y tu esposa. Tienes que dejar amigos y parientes que solo te servirán de estorbo cuando empieces a caminar a mi lado. Ellos te entorpecerán tu mente cuando vean que el camino que quiero que emprendas no es el que están acostumbrados a ver. Porque te garantizo que verás cosas que nunca antes has visto en Caldea.
Dios no le quitó a Abram su casa ni su tierra ni sus parientes, no, lo que hizo fue liberarlo de ellos para que pudiera dedicarse a crecer a otro nivel, a otra atmósfera de bendición y conocimiento.
Eso es lo que hace con nosotros. No nos quita las cosas sino nos libera de ellas. Cuando usted está en buenas relaciones con el banco, cuando tiene las puertas abiertas para que le concedan los préstamos que desee y después lo ahogan con los intereses sin que usted se de cuenta, pero en el fondo usted le pide al Señor que le ayude a cancelar sus deudas, tenga por seguro que el Señor le cerrará las puertas de ese banco.
Ya no mas créditos fulano de tal. Usted ya no es cliente de confianza para el banco. Lo sentimos pero su cuenta ha sido cerrada. Chao. Hasta la vista beibi. Finito. Y sale con las manos vacías, con un montón de deudas por pagar y un montón de cólera contra el banco por ingratos y desconsiderados. No, amigo, nada de eso. Es el Señor enviándole la respuesta a la petición que usted hizo sin darse cuenta quizá. Porque a estas alturas del negocio, usted ha olvidado que oró que el Señor le ayude a cancelar sus deudas. Y la forma en que Él hará el milagro es que usted no tenga deudas. No con el banco ni con ningún prestamista.
Entienda: Lo ha liberado de la muleta que el banco o el prestamista era para usted, Ahora que tiene las puertas del banco cerradas, se abrirán las del Cielo de donde llegará su socorro. Dios no le quitó su buen crédito. Lo ha liberado del vicio de vivir de préstamo en préstamo y ahora él se ha convertido en su único proveedor. ¿Será fácil el método que Dios usa? No, por supuesto. Vendrán las dudas, el trabajo de la fe, la tentación de regresar a tender la mano a alguien, como Abram, momentos de regresar a Egipto por pan y encontrarse solo con problemas con Faraón.
Dios no nos quita amigos, nos libera de los que se han vuelto tóxicos para nuestra relación. No nos quita conocidos, nos libera de los que se han convertido en una carga que nos consumen energía. Dios no es ingrato para quitarnos nada, nos libera del peso de aquella amistad que solo nos roba salud y alegría.
Bien: ¿Por qué tenía que salir Abram de su tierra, su familia y amigos? Porque el Señor le dijo que lo iba a bendecir. Que lo llevaría a una tierra mejor que la que tenía, lo iba a rodear de gentes que le iban a ayudar a crecer y no a menguar, incluso que llegaría a tener sus propios hijos. Eso era algo que no iba a tener nunca en Ur de Caldea. Tenia que salir de allí para, como los aguiluchos, remontar otro vuelo, ir a otro nivel, a otra atmósfera de crecimiento y desarrollo personal. Así es nuestro Dios. No nos quita, nos libera.