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lunes, noviembre 25, 2024

El Golpeador

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1 Pedro 3:8-10  “En conclusión, sed todos de un mismo sentir, compasivos, fraternales, misericordiosos y de espíritu humilde; no devolviendo mal por mal, o insulto por insulto, sino más bien bendiciendo, porque fuisteis llamados con el propósito de heredar bendición”

Las personas que se quieren casar no saben a qué se meten cuando de buscar pareja se trata. Y hablo de personas que dicen conocer a Cristo como su Señor y Salvador.  Hay muchas oficinas en las iglesias que reciben mujeres u hombres que se quejan que sus parejas les golpean, les tratan mal, los insultan y abusan de ellos.

Mi esposa y yo hemos estado trabajando con matrimonios desde que venimos a este país El Salvador.  Nuestro llamado por parte de Dios fue en Guatemala cuando nos congregábamos en una iglesia en donde la mujer no era aceptada para ningún ministerio.  Solo los hombres ocupaban lugares de importancia, relegando a las mujeres al diaconado, servicios infantiles o que se ocuparan de “cosas de mujeres” como le llamaban en aquel tiempo.  Lógicamente, pertenecíamos a una congregación legalista. Era comandada por un pastor  y el tipo de gobierno era piramidal.  Como una cascada la autoridad iba hacia abajo, de manera que los que queríamos algún consejo del pastor, primero debíamos pasar todos los filtros que nos impedían llegar hasta él.

Era un enorme privilegio hablar con “el ungido” ya que estaba rodeado de guardaespaldas que no nos permitían ascender esos escalones. De manera que cuando un matrimonio tenía problemas no tenía a donde acudir por un consejo y la familia sufría las consecuencias de que los encargados de atenderlos no sabían ni J de la Palabra de Dios al respecto. Daban consejos machistas, como por ejemplo: si su mujer ya no le sirve, déjela y búsquese otra. Todo al puro estilo de Moisés, el del Antiguo Testamento.

No había misericordia ni investigación ni nada para arreglar el asunto. Era una solución expeditiva. Y casi siempre, el fallo iba a favor del hombre. De esa forma, la Iglesia estaba colmada de madres solteras en donde sus  esposos fácilmente se iban con otra mujer y punto. Para empezar, claro está, con los líderes que nos guiaban.

En ese entorno nació nuestro llamado a los matrimonios. Y cuando empezamos a dar consejería matrimonial los primeros en brincar fueron los de la pirámide. Le fueron con el chisme al pastor general y le dijeron que unos miembros nuevos estaban haciendo labor pastoral sin su permiso. Fui llamado a la oficina del pastor y creí que era para felicitarme por estar haciendo su trabajo, pero lo que encontré fue un rechazo inesperado y “cancelación” de mi ministerio hasta que el Señor le revelara al pastor si era de Dios o no. Por supuesto, el hombre se murió y nunca supe si el Señor le había declarado mi llamamiento o no.

Bueno, a todo esto, ¿qué enseñábamos a los matrimonios? La Verdad de la Palabra. Empezamos por sacar de la ignorancia escritural a las mujeres para que discernieran correctamente a sus futuras parejas. El Señor nos inspiró a preparar parejas jóvenes enseñándoles que cuando alguien quiere conocer a otra persona para proyectar un futuro matrimonio, tenía que examinar cuidadosamente a su candidato o candidata.

La violencia, mis queridos lectores, no empiezan con los golpes físicos. La violencia en el matrimonio como en la familia empieza con palabras. Cuando la pareja empieza a conocerse y empiezan a salir juntos, hay que estar atentos a las señales que se envían a través de las palabras.  Cuando el novio o novia tratan al otro con palabras insultantes, que la rebajan, que le hacen sentir inútil por cualquier cosa o error que cometa, si al hablar usa palabras malsonantes, callejeras y lenguaje profano, esa persona, cuando ya esté casada seguirá al siguiente nivel: Los golpes.

Es por eso que cuando se les pregunta a los cónyuges cuando empezaron los golpes físicos, responden que al poco tiempo de casarse, pero eso es errado, ya que los golpes empezaron con las palabras. Con aquellas expresiones que se dijeron en un pleito o en una discusión y se usaron palabras  que denigraron la autoestima del otro.  En ese momento debió haberse cortado la relación porque era presagio de que más adelante las cosas subirían de tono.

Los golpeadores, sean hombres o mujeres, casi siempre esconden sus verdaderos caracteres a los que los aman hasta que el vaso no logra retener su identidad y es cuando la violencia matrimonial o familiar aflora y el daño que causa es enorme en el entorno que se mueve.

Es por eso que recomendamos en las consejerías prematrimoniales que se dediquen en vez de tomarse de las manos cuando van a una cafetería y verse a los ojos románticamente, estar atentos a los mensajes subliminales que se envían en toda relación.  Si se es violento en la forma de hablar y expresarse, será violento cuando la intimidad invada la relación. No hay excusa. Cuando se den cuenta, ya será demasiado tarde.

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