Nuestra moderna sociedad tiene muchas marcas y distinciones: se ha adueñado de la tecnología (¿o deberíamos decir que la tecnología se ha apoderado de ella?), ha procurado domesticar el tiempo de viaje, ha vencido a muchas enfermedades y tiene muchas habilidades para resolver conflictos.
Pero no a nivel nacional o internacional. Porque la marca de Caín está en medio de nosotros. Nuestras crisis locales escalan a la nación e involucran a países vecinos o no, que no desean caminar la milla extra…
Así, nos encontramos con las guerras modernas, que tienen la distinción de ser genocidas, muchas veces. Y los fabricantes de armas – y las naciones donde esas fábricas generan muchos millones en impuestos- están de plácemes, porque tienen la oportunidad de probar muchos prototipos que de otra manera no tendrían donde incrustarse, estallar y destruir, excepto que ahora tienen muchos cuerpos “enemigos” disponibles.
Y tenemos a los otros descendientes de la marca de Caín, en aquellos individuos, enfermos mentales, y, también enfermos de odio y de racismo que quieren asesinar a quien se les ponga por delante.
El odio, la suspicacia, la intolerancia pareciera ser una especie de moneda de cambio hoy. Y esto se generaliza cada vez que alguien expresa una opinión o tiene divergentes puntos de vista sobre cualquier tema.
¿Qué le habrá sucedido a nuestro mundo, que ya no tiene tiempo para conversar y solucionar sus diferencias a través del diálogo?
Bueno, yo creo que es la marca de Caín. Que está presente en nuestro subconsciente. La llevamos con nosotros y la podemos dejar ver apenas se presente la oportunidad.
Puede haber un escape a esa distinción. Y no quiero aquí, meterme en cuestiones de religión. Porque para eso están los distintos maestros que acarrean a sus clases sus libritos preferidos. No. ¿Solo quiero exponer como teoría, una pregunta, la misma que se le presentó al Caín histórico, hace unos 4-5 mil años?: «¿Por qué estás tan enojado? ¿Por qué andas cabizbajo? Si hicieras lo bueno, podrías andar con la frente en alto. Pero, si haces lo malo, el pecado te acecha, como una fiera lista para atraparte. No obstante, tú puedes dominarlo».
Tan simple como eso: podemos dominar la maldad que quisiera atraparnos, porque de acuerdo al texto antiguo “tú puedes dominarlo”.
La cuestión es: ¿queremos analizar racionalmente nuestras motivaciones para hacer el bien y no el mal? ¿Querrán los que tienen poder, someterse a ese análisis para acabar con la cultura de la guerra y de la muerte?
(guillermo.serrano@ideasyvoces.com)