Lo primero que hizo el Señor fue un proceso de enseñanza. De quitarme los sentimientos de culpabilidad, de auto compadecerme, que me generaban amargura y rencor con quienes no me ayudaban, ni daban palabras de aliento. El Señor me recordó que para eso había muerto Su Hijo por nosotros: para pagar y borrar totalmente nuestras culpas, ya que “las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2ª Corintios 5:17)
Ahora puedo reiterar que el proceso no es fácil, pero es suficiente con que no te rindas, no te des por vencido, ya que en Nuestro Dios hay esperanza.
¡Dios es amor, y es un Dios de múltiples oportunidades, siempre que haya deseos genuinos de arrepentirse y obedecerle!, ¡Tú también puedes conocerle como Dios consolador, libertador y proveedor, solo debes confiar plenamente en Él, obedecerlo y seguirlo en espíritu y en verdad!
El Señor me mostró, una vez más que en Su palabra hay consuelo para un corazón atormentado, por lo que me apropié de Sus promesas que están en el Salmo 107. Observa y lee detenidamente:
Salmo 107:8-15
Alaben la misericordia de Jehová, Y sus maravillas para con los hijos de los hombres. Porque sacia al alma menesterosa, Y llena de bien al alma hambrienta. Algunos moraban en tinieblas y sombra de muerte, Aprisionados en aflicción y en hierros, Por cuanto fueron rebeldes a las palabras de Jehová, Y aborrecieron el consejo del Altísimo.
Por eso quebrantó con el trabajo sus corazones; Cayeron, y no hubo quien los ayudase. Luego que clamaron a Jehová en su angustia, Los libró de sus aflicciones; Los sacó de las tinieblas y de la sombra de muerte, Y rompió sus prisiones. Alaben la misericordia de Jehová, Y sus maravillas para con los hijos de los hombres.
Mi corazón se estremeció al leer este Salmo, el Señor me decía en Su palabra: “fallaste, pero levántate de nuevo y clama”. Recuerdo que me impacto tremendamente este pasaje, pues de inmediato me infundió el maravilloso consuelo de saber que podía esperar en Él, en su infinitiva misericordia e inagotable amor.