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jueves, diciembre 26, 2024

No te enredes en los dichos de tus labios

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Como seres humanos muchas veces de forma inconsciente tendemos a hacer promesas a los demás casi como un mecanismo de autodefensa para que no nos sigan preguntando sobre un tema en especifico o como una herramienta evasiva para dar por cerrada una conversación, de eso a que en verdad estemos dispuestos a cumplir lo expresado existe una distancia abismal.

Hasta cierto punto parece una trivialidad y por cierto es común el decir que sí a algo que mentalmente queremos decir no, y cuando el tiempo pasa resulta que las palabras como reza el dicho “se las lleva el viento”, bajo esa perspectiva me surgen algunas incógnitas ¿Qué valor tiene nuestra palabra? ¿Qué tan dispuestos estamos a cumplir lo que prometemos? ¿Diplomacia o mentira? ¿Con el paso de los años ha perdido peso la palabra de una persona? ¿Es un tema generacional o conceptual?, a estas preguntas podríamos anexarle otra infinidad, pero no se trata de filosofar sino de reflexionar ante acciones que convertimos en códigos de vida sin saberlo.

Es imperante que no nos enredarnos en los dichos de nuestros labios; como padres, nuestros hijos creen en cada palabra que sale de nuestra boca, ¿Cuántas promesas quedaron marcadas en el corazón de un niño que hoy es un adulto que se siente defraudado? Que decir de aquel hombre que ha fallado una y otra vez a su esposa y que como cual componente de reconquista usa el “no lo volveré a hacer” para lograr su cometido, atropellando los sentimientos de su pareja constantemente. Ante una necesidad quien imploró por ayuda obteniendo el favor de préstamo usando como bandera la confianza del amigo que después se vio quebrantada por la desaparición, cada quien a conciencia puede sacar sus propias conclusiones de lo hecho o de lo recibido, sin embargo, cuan importante es pensar antes de actuar o mejor aún analizar antes de hablar, para que nuestras palabras se mantengan en el rango de la credibilidad y no rayen en el engaño. “tú solo te pones la trampa: quedas atrapado en tus propias palabras” (Proverbios 6:3 DHH).

Sumado a enredarnos en los dichos de nuestros labios están aquellas cosas que prometemos a Dios, que muchas veces van acompañadas de una sobrecarga de emocionalismo, o la efervescencia de un momento de agradecimiento por su favor recibido, que se termina prometiendo cosas que a la postre no se han de cumplir, irrespetando el precepto y engañándonos nosotros mismos, porque somos los únicos perdedores ante la falta de cumplimiento de una promesa a Dios. “Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas. No dejes que tu boca te haga pecar, ni digas delante del ángel, que fue ignorancia”. (Eclesiastés 4:4-6 LBLA).

Sea por fanfarria, por frialdad, por diplomacia, por desacierto, por sentimentalismo, por descuido o por utilizarlo como una salida fácil, no te enredes en los dichos de tus labios. 

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