Génesis 25:22-23 “Y los hijos luchaban dentro de ella; y ella dijo: Si esto es así, ¿para qué vivo yo? Y fue a consultar al SEÑOR. 23 Y el SEÑOR le dijo: Dos naciones hay en tu seno…”
Rebeca era estéril. Pero su esposo Isaac, quien a propósito es el único patriarca que ora por la esterilidad de su esposa, concibe y en su vientre hay dos criaturas. Desde el momento en que estos dos niños están en el vientre, están peleando. Ella se siente mal y Dios le explica que dentro de ella hay dos niños, cada uno de ellos llegará a ser una nación. Es decir, dentro de ella hay dos naciones.
Esaú nace primero y luego viene el otro, Jacob. Luego la historia nos dice que Esaú era un hombre que le gustaba la caza, era un hombre de campo. No era muy interesado en las cosas espirituales sino que le gustaba lo material, el aire libre y lo que se podía conseguir fácilmente.
Jacob, en cambio, era más espiritual. Creció estudiando las Escrituras junto a su madre, por lo tanto, su carácter era más calmado -aunque no perfecto-, pero más sumiso a la obediencia a sus padres.
Luego sabemos el caso del famoso plato de lentejas. Allí notamos que Esaú consigue lo que desea a cualquier costo, no le importa el precio que haya que pagar, lo importante para él es tener lo que desea. Y sabemos lo que sucede aquella famosa tarde. Cambia su primogenitura por el plato de comida.
Bueno, ¿que tiene que ver con nosotros esta historia de los dos hermanos con diferentes intereses?
Todos nosotros llevamos dentro dos personas. Un ser animal y un ser espiritual. Tenemos, como Rebeca, dos seres que se pelean entre sí. Uno es materialista, le gusta las cosas fáciles y rápidas. No importa lo que haya que hacer para conseguirlas pero trata de tenerlas.
Está el otro ser. Paciente, obediente y sujeto a la Palabra de Dios. Pero depende de a quien alimentemos con la Palabra para que pueda sujetar al otro. Si alimentamos nuestro ser con las cosas del mundo, Esaú prevalecerá en nuestra conducta. Si alimentamos con cosas materiales nuestro interior, ese será nuestro estándar de vida. El enfoque que nosotros tengamos para nuestra vida interior ese será el tipo de conducta que tendremos.
Esaú es ingrato. Su misión es mantener nuestra vida en caos, en un desastre. Solo quiere mantenernos esclavos de las cosas materiales. Solo quiere mantenernos en la ratonera del pecado, en las cavernas oscuras y tenebrosas de la maldad. Esaú no quiere que busquemos las cosas del Señor. El no quiere que crezcamos en la gracia del Señor, quiere que nos arrastremos por la miseria de la vida, que nos demos gustos que van en contra de lo santo, que vivamos según el mundo dice que se debe vivir para ser feliz. Esa es la influencia de Esaú dentro de nosotros. Quiere evitar a toda costa que crezcamos, que vayamos a otro nivel, que nos superemos en el espíritu y que vivamos mediocremente.
Pero cuando nos enfocamos en los intereses de Jacob, cuando buscamos las cosas de arriba, cuando nos rendimos a la Voluntad de Dios y permitimos que su Espíritu nos gobierne, que nos ayude a enfocarnos en el camino correcto, porque sin su ayuda viviremos como en una nebulosa, andaremos a tientas sin conocer bien el camino correcto. Cuando vivimos bajo la influencia de Esaú nos autodestruímos, pero cuando vivimos y nos movemos bajo la influencia de Jacob todo nos saldrá bien, todo irá a nuestro favor y viviremos en otro nivel no solo espiritual pero también material.
Estos dos compañeros que llevamos dentro de nosotros son necesarios para poder discernir qué queremos hacer con nuestra vida. Un pequeño cambio de enfoque hará grandes milagros en nuestra vida. Como los peces que comen los japoneses. Ellos prefieren peces frescos y no congelados. Hay una manera que encontraron para mantenerlos frescos y nutritivos: Ponen en una pecera los peces que llevan los pescadores y meten dentro a un tiburón. Cuando los peces ven al tiburón, se mantienen huyendo de él y eso les da la frescura de su carne. De cuando en cuando, nosotros también necesitamos un tiburón en nuestra vida para que nos mantengamos frescos y alertas. Esaú es el tiburón en nuestro interior.
Esa es una realidad tangible, pero cuando es Esaú quien gobierna nuestro carácter, también es una realidad pero negativa y destructiva. Una vez entendemos que llevamos dentro de nosotros estos dos compañeros dentro de nosotros, entendemos que el problema no está afuera de nosotros sino dentro de nosotros.
Nuestro verdadero problema no está fuera de nosotros sino dentro de nosotros. Son las decisiones que hemos tomado las que causarán que vivamos bien o mal. De manera que cuando nos concentramos en el problema y acusamos a lo externo de ser la causa, nos minimizamos a nosotros mismos, pero cuando hacemos lo contrario, cuando nos damos cuenta que el problema es interno, nos elevamos de nivel. Porque es cuando descubrimos nuestro verdadero ser interior, es cuando nos decidimos a no repetir los errores del pasado y eso nos va llevando por el sendero que Dios ha diseñado para cada uno de nosotros.